Aquel 11M en primera persona

Enrique Clemente Navarro
Enrique Clemente LA MIRADA

OPINIÓN

11 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Aprimera hora de la mañana de aquel maldito 11 de marzo del 2004 acudí a El Pozo del Tío Raimundo. Madrid acababa de sufrir un atentado terrorista sin precedentes. En la estación de este barrio obrero, uno de los más desfavorecidos de la capital, habían estallado dos mochilas con explosivos con resultados devastadores. «Había trozos de carne humana diseminados por todas partes, piernas y brazos cortados, una cabeza unida a una parte del tronco», contaba horrorizado y preso de un ataque nervioso un vecino que vivía enfrente de la estación, que se asemejaba a un escenario bélico. Así comenzaba la crónica más espantosa que he tenido que escribir en mi ya larga trayectoria periodística. Allí, sobre el terreno, la policía dudaba ya de la autoría de ETA y apuntaba a un atentado yihadista. Así me lo dijo un agente, que afirmaba que no era el modus operandi que utilizaba la banda vasca, y lo reflejé en la crónica que se publicó en La Voz de Galicia. El único diario que en su edición del día 12 atribuyó los atentados a Al Qaida, en primera página, sin ceder a las presiones ejercidas por el presidente del Gobierno, José María Aznar, que había llamado a varios directores de periódicos para asegurarles que los ataques eran obra de ETA sin ninguna duda. Mientras el país estaba abatido, los muertos aún sin enterrar y veíamos cómo los ciudadanos, los sanitarios y las fuerzas de seguridad se volcaban en ayudar a las víctimas y descubrir a los culpables, el Gobierno hacía cálculos electoralistas e insistía en mantener abierta la vía etarra contra toda evidencia. Ese día, y los siguientes, vimos de cerca el horror, cada uno en su puesto, y fuimos testigos de la mayor operación de manipulación de nuestra democracia.