El humor parece un género sencillo y ligero cuando lo practica alguien con el don innato para cocinar una sonrisa en su punto exacto. Berto Romero posee esa habilidad y ahora cuenta con dos programas simultáneos en televisión donde explayarse con su modo particular de entender la comedia. Primero llegó a La 2 con el espacio cultural Ovejas eléctricas, que conduce poniendo la pizca de azúcar que permite contar historias sobre otras historias creadas en cine y literatura o sobre quienes fueron sus autores. Su escuela es la que predica que la letra con humor entra.
Esta misma semana se duplicó con el estreno en Movistar+ de El consultorio de Berto, un programa de aprovechamiento que brota del extinto Late Motiv de Buenafuente y que regenera una sección que, el fondo, guarda un gran parecido con su famoso pódcast Nadie sabe nada. La propuesta es breve y simple. Los espectadores envían preguntas, que a veces son comentarios o simples ocurrencias, y él contesta «lo que le da la gana» desde el centro de un pequeño anfiteatro, rodeado de público por todas partes. Una de las primeras consultas le recordó el fracaso, hace más de una década, de un formato que llevaba por título El programa de Berto. Él replicó con ingenio, y con las leyes de la biología, que ni él ni el programa son los mismos de entonces. Ahora son mejores.