Anorexia nerviosa restrictiva grave
La vida poco tiene de mágica y maravillosa. A veces, dentro de mí se rompe todo, y esto cada día ocurre con más frecuencia. Soy una mujer que siempre luché, estudié, me consideraba feliz en mi trabajo, con una familia estable, maravillosa. Y, de repente, todo se viene abajo. Una enfermedad mental llamada anorexia nerviosa restrictiva grave irrumpe en nuestras vidas y lo destroza todo, de una manera que solo los que lo sufren como padres y hermanos entienden. Es un tsunami, el peor huracán con el te puedes cruzar. Rompe hasta los cimientos mejor hormigonados. Soledad, desesperanza, deseos de que algo, sin saber muy bien el qué, se acabe cuando te despiertas cada mañana. Trabajar con una sonrisa hacia tus compañeros y pacientes todas y cada una de las horas que los atiendes. Pero ¿quién cuida del que cuida? Nadie. Por eso quiero mandar unas palabras de aliento a quien como yo se siente así. Necesitamos apoyo, hablar, no callar, visibilizar, porque eso de «mal de muchos, consuelo de tontos» funciona. Un ratito, pero funciona. Y ese ratito te devuelve un poco de paz en tu vida. Saber que no estás solo. Que hay más gente como tú pero que no se atreve a decir, a contar, a asumir. Sigamos en la lucha, sigamos esperando que en algún momento nuestros servicios sanitarios nos ayuden a que nuestros hijos se curen y nuestros corazones sanen. Raquel García.
Muy valientes
Estoy de acuerdo con Ana Peleteiro: detrás de un teléfono móvil todos somos muy valientes. Y también dentro del vehículo, nos ponemos a tocar el claxon y a vociferar cuando alguien, aunque sea un turista que no conoce el trayecto, nos hace frenar en un adelantamiento o ante una prioridad en un cruce. Y ese mismo valiente conductor, como simple peatón, no hace ni un mal gesto cuando un vehículo está a punto de atropellarle en un paso de peatones con preferencia. Como se dice ahora, «es lo que hay». Pío Pedreira Vilas. A Coruña.