¡Vamos, España!

Pedro Armas
Pedro Armas A MEDIA VOZ

OPINIÓN

Mathias Bergeld / Zuma Press / C | EUROPAPRESS

09 jul 2024 . Actualizado a las 12:33 h.

Cuando alguien grita «¡Vamos, España!», nadie piensa en el país, sino en el fútbol. Sin embargo, cuando la Selección juega bien, el español medio identifica territorio con equipo y pasa de la negligencia a la idolatría en un plis plas. No se convierte en un hooligan, al estilo de los nórdicos, sino en un quijote manchego que se lanza contra los molinos de viento de las potencias futboleras.

 Ni siquiera le hace falta un himno con letra. Acompaña la Marcha de Granaderos con un «¡Lolo, lolo, lolo!», mientras los jugadores permanecen formales, salvo alguno que guiña un ojo a la cámara. Los demás países de la Eurocopa tienen himnos con letra y sus jugadores se esmeran en demostrar que se la saben, aunque la mayoría se desgañitan sin ton ni son. Aquí fracasaron las versiones con letra: la carlista, la encargada por Aznar, la de Sabina, la de Marta Sánchez… Si acaso, la que tuvo más vigencia fue la de Pemán para Primo de Rivera, que repetimos como loros durante todo el franquismo: «Triunfa, España, los yunques y las ruedas cantan al compás del himno de la fe!». Casi mejor sin letra.

La Selección ilusiona por su juego, pero también porque representa a la España actual. Importa el colectivo, pero destacan ciertos nombres propios. Un seleccionador, Luis de la Fuente, procedente de La Rioja, comunidad autónoma sin prurito de superioridad, que no sufre «ataques de entrenador», estudia a los rivales y conoce como nadie a los suyos. Siete jóvenes de origen vasco-navarro, que juegan en equipos vascos, absolutamente comprometidos con la causa (Unai Simón, Merino…), entre los que sobresale Niko Williams, un navarro negro, por su ascendencia ghanesa, con look universal y cualidades intransferibles. A su nivel está otro fruto de la globalización, Lamine Yamal, hijo de ecuatoguineana y marroquí, criado en un barrio obrero de Mataró, que ha sorprendido a todos por sus habilidades precoces.

 Otros barceloneses han tenido que emigrar y demostrar fuera sus capacidades (Olmo en Leipzig, Cucurella en Londres), hasta acabar siendo ídolos en su país de origen. Hay más emigrantes (Rodri en Manchester, Fabián en París, Grimaldo en Leverkusen). También hay «inmigrantes franceses» (Laporte, Le Normand) y un hijo de emigrantes gallegos retornados de Alemania (Joselu). Los hay madrileños (Carvajal, Nacho, Morata), andaluces (Navas, Baena…), valencianos (Ferrán) y canarios (Ayoze, Pedri). A esta generación moderna y multicultural da ganas de animarla: ¡Vamos, España!