Lamine Yamal y el destino escrito en su nombre

Manuel Fernández Blanco
manuel fernández blanco LOS SÍNTOMAS DE LA CIVILIZACIÓN

OPINIÓN

MABEL RODRÍGUEZ

14 jul 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Lamine Yamal Nasraoui Ebana, como todos nosotros, tiene su origen en África. Su madre nació en Guinea Ecuatorial, su padre es marroquí. La elección del nombre de un hijo siempre transmite un deseo de los padres. En árabe, Lamine significa honesto y Yamal belleza.

Lamine nació en Esplugas de Llobregat. Cuando sus padres se separaron, se fue a vivir a Mataró, donde su abuela paterna Fátima (la primera inmigrante de la familia) jugó un papel fundamental en su crianza. Lamine es fiel a sus orígenes familiares y sociales. Atiende a su hermano pequeño y reivindica cuando celebra sus goles a Rocafonda, el barrio donde se crio. Un barrio muy modesto donde, actualmente, casi la mitad de la población es de origen marroquí.

Lamine ha triunfado y, aunque no se libra de comentarios xenófobos, España se lo apropia por el brillo que le aporta. Cayetana Álvarez de Toledo, después del gol de Lamine ante Francia en la Eurocopa, escribía en X: «Lamine Yamal. Y viva España».

Lamine, humilde y generoso, suscita fenómenos de identificación, especialmente entre los niños y los adolescentes. Representa el talento juvenil, que siempre conlleva un plus de admiración en cualquier ámbito. Lamine es una objeción encarnada a las derivas supremacistas y excluyentes que retornan en nuestra civilización y nos pone, como sociedad, ante el espejo. Si un inmigrante, o un hijo de inmigrantes, destaca, nos lo apropiamos. Pero el mismo que compra la camiseta de Lamine Yamal puede recelar, o no tolerar, al magrebí como vecino. Así, un rasgo étnico o cultural, si el éxito acompaña, puede verse como idiosincrasia, pero si la idealización no es posible, ese mismo rasgo se percibe como amenaza y despierta la odiosincrasia.

La crisis política actual, desencadenada por la situación de los menores migrantes no acompañados, es el mejor ejemplo de esto. El fantasma del extranjero si no está en el lugar de nuestro ideal, y es más bien percibido como un deshecho, puede suscitar el temor y el rechazo, agitando el racismo estructural del ser humano. Ese racismo que nos lleva a olvidar que el talento no es patrimonio de ninguna raza y que, con frecuencia, son los migrantes los que hacen la historia. Porque la historia, si sabemos leerla, es sobre todo la historia de los éxodos.

Lamine Yamal es un hijo del éxodo. Lleva la belleza inscrita en su nombre. Su fútbol es poético. Hará historia.