¿Qué pasaría si gana Trump?

OPINIÓN

Carlos Osorio | REUTERS

30 jul 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

El nuevo tándem Trump-Vance puede ser el ganador de las elecciones americanas de noviembre. Si así fuere, contemplaríamos un nuevo populismo económico basado en el lema Make America Great Again (Haz que Estados Unidos vuelva a ser grande). La esencia del programa se centra en tres elementos. En primer lugar, una mención especial al comercio mundial. Propondrían un arancel generalizado del 10 % sobre todas las importaciones, más un gravamen del 60 % sobre los productos procedentes de China. De igual forma, las tensiones comerciales con los aliados europeos y asiáticos volverán a recrudecerse. Ello significa una apuesta por un dólar volátil para poder ayudar a impulsar las exportaciones americanas, lo que podría generar amplias y tensas fricciones con las políticas monetarias de sus socios comerciales. No cabe duda de que, si uno apuesta por tensionar el comercio mundial, acaba alimentando una mayor incertidumbre en la producción nacional, de tal forma que los productores reclamarán más subvenciones. Como se recordará, eso fue lo que hizo en su mandato anterior con los agricultores de los estados del interior. En suma, en esta materia, Trump actuaría como un antiglobalizador, abonando las teorías del mayor proteccionismo posible.

Los efectos inmediatos se manifestarán en dos direcciones: en perder mercados extranjeros y en endurecer la entrada de trabajadores inmigrantes. Tales manifestaciones implicarían una dependencia cada vez mayor de la mano de obra más barata y un incremento de las brechas sociales y económicas en la población residente en Estados Unidos. Vemos, por tanto, cómo bajo esta argumentación se complementan el comercio con la inmigración, ejes y claves del trumpismo económico.

La segunda misión es la bajada de impuestos. En el anterior mandato, Trump promulgó rebajas fiscales a empresas y particulares por un importe aproximado de 1,7 billones de dólares (1,5 billones de euros). Ahora, además de sostener dichas medidas, se añadiría la de rebajar el impuesto de sociedades. Esto es, desea aplicar una prima que beneficie a las empresas más potentes económicamente y a las corporaciones más robustas. En este apartado de rebajas fiscales, el equipo de Trump incluiría desgravaciones específicas a la industria nacional. Joe Biden lo aplicó con los impulsos económicos recogidos en la Inflation Reduction Act (IRA), a la vez que apostaba por las energías limpias. Ahora, quizá, Trump mantenga las primeras y elimine o restrinja las segundas.

El tercer pilar de la estrategia económica de Trump hace referencia a la regulación. Los temas incluidos en la agenda gubernamental, como la energía y el clima, tendrán nuevos planteamientos. Es lógico pensar que Trump se desharía de las medidas contra la contaminación y las emisiones de gases de efecto invernadero, fomentando (de nuevo) la producción de combustibles fósiles. Igualmente, habría alguna que otra regulación sobre las empresas tecnológicas a fin de impedir un excesivo control de las mismas sobre la esfera económica.

El discurso de aceptación ante la convención nacional republicana de Milwaukee estuvo plagado de recordatorios al nacionalismo económico y a las medidas proteccionistas. Avivó las advertencias de que no tendría dudas ni problemas en plantear guerras comerciales con otros países, al basar su tesis en lo siguiente: «Hace tiempo que otros países se aprovechan de nosotros, siendo a menudo considerados como nuestros aliados. Nosotros perdemos empleos e ingresos; ellos lo ganan todo y acaban con nuestras empresas. Lo paré hace cuatro años y lo pararé de nuevo». De ahí que su actitud belicosa y su triángulo impuestos/aranceles/incentivos serán utilizados como base de sus políticas de afianzamiento nacional.