![Ambiente durante la actuación de una orquesta de verbena este verano.](https://img.lavdg.com/sc/8A3BzTRnw5XusEXY9nPDrGD0y6Q=/480x/2024/08/23/00121724442181557910173/Foto/M_20240813_124842000.jpg)
Este verano va poco a poco hacia su final. Septiembre ya está aquí con zapatos nuevos, igual que antes, hace muchos años. Ahora el verano no nos deja su canción, sino su escándalo correspondiente. Es lo que tiene esto de adaptarse a los tiempos. Ni cantantes ni actores ni actrices. Y ya no digamos científicos o concienzudos profesionales de ámbitos diversos. Los políticos son las nuevas estrellas a quienes no solo se admira, sino a las que nadie se atreve a contradecir en sus argumentos, por muy kafkianos o rocambolescos que sean. Porque el castigo es quedarse fuera del guion. Se turnan para ver quién la dice más grande, y llamar la atención de la gente. Acostumbran a rellenar sus discursos con obviedades, explicando, por ejemplo, que el sol nos alumbra de día. Y reciben aplausos. Muy pocas veces solucionan los problemas, pero suelen formar parte de ellos. Incluso los generan. Son los nuevos ídolos, caprichosos, ricos y poderosos. Por eso no hay canción del verano: fue sustituida por los rifirrafes y corruptelas de los nuevos ídolos. Es lo que hay. M. J. Vilasuso. As Pontes.
Romper una lanza por el abogado
Ante todo, respeto, justicia y reparación para la víctima en su máxima dimensión jurídica y humanística. Es imperdonable que la Unión Europea desde el punto de vista de la defensa de los derechos fundamentales tan profundamente arraigados en la democracia europea no hubiere intervenido en la causa política y jurídicamente. Ningún sistema u ordenamiento jurídico que contemple la pena capital puede ser justo, y esto no es debatible o matizable. El deber deontológico de un abogado es la defensa de su cliente como un axioma irrenunciable, para juzgar ya están los juzgados y tribunales, para acusar el Ministerio Fiscal y la acusación particular. El señor García Montes no es santo de mi devoción, pero tiene todos mis respetos; para aceptar una pena de muerte o una cadena perpetua no hace falta abogado, el trabajo de un letrado solo puede tener como norte la absolución o la pena mínima. Probablemente, aunque desde la lejanía y la falta de inmediatez, con las pruebas conocidas, la encomienda era ardua y difícil. En todo caso, por lo que sabemos, una y otra, en un plazo aproximado de ocho años gracias a la existencia de un acuerdo entre el reino de Tailandia y el reino de España, amnistías y otras reducciones, el penado podría cumplir su pena en su patria. Una vez más, para este resultado no haría falta abogado. Resulta inaceptable asumir que el tribunal ha sido justo, la pena de muerte o la cadena perpetua, a priori, solo eran eludibles si se colabora o se acepta la culpabilidad, lo que supone un chantaje jurídico odioso e injusto. Sí, Señor García Montes, bravo por su empeño y por su valentía, su comportamiento ha sido el que se espera de un abogado que cumple con su deber deontológico (el resultado solo ha dependido del tribunal y un sistema jurídico injusto), lo que obliga a que rompamos una lanza en su favor. Miguel Ángel Quintela Prieto. Culleredo.