El mejor periodista

Fernando Hidalgo Urizar
Fernando Hidalgo EL DERBI

OPINIÓN

VÍTOR MEJUTO

03 sep 2024 . Actualizado a las 12:06 h.

A veces, las palabras se quedan pequeñas para hablar de quién fue tu jefe, tu maestro, y ya no está. Recuerdas su mirada, recuerdas su voz, sus ideas firmes, su respaldo sin fisuras, su aliento en la batalla. Recuerdas que leía los hechos como un mapa, que exigía rigor y excelencia, que valoraba el talento y no perdonaba la deslealtad, o quizá simplemente no la entendía porque no entraba en sus valores. Todos nos sentíamos orgullosos de trabajar a su lado, porque él lo decía, yo soy un periodista más. Y lo era: intuitivo, inteligente, audaz. Presumía de nosotros como un padre presume orgulloso de sus hijos, «tengo el mejor equipo», decía, y nosotros nos sentíamos orgullosos de trabajar para él, en el mejor periódico, a donde no era fácil llegar. Nos defendía a muerte, sin fisuras, y eso nos hacía fuertes y valientes en los momentos complicados, porque, sin un editor detrás que los respalde, los periodistas desaparecen, dejan atrás su papel y pasan a convertirse en marionetas de los poderosos. Nada lo doblegaba, pero, aunque se movía con autoridad y firmeza, también había afecto y calor en las situaciones difíciles. Nunca te sentías solo. Quizá eso significa ser un buen líder, ser capaz de despertar admiración y cariño a partes iguales. Y él lo consiguió. Cuando hablaba todos le escuchaban, seguramente porque, como acostumbraba a decir: «Lo importante es el prestigio». Y ese prestigio se construía con un arduo trabajo donde la exigencia máxima era el rigor en la tarea: datos precisos, verdades contrastadas, palabras literales, grandes escritores… Lo mejor para unos lectores que sabía a la altura: cultos, exigentes, bien informados. Era capaz de leer entre líneas intereses ocultos, vanidades y guerras interesadas, y en medio de ese fuego cruzado defender su independencia y no torcer su camino, que era siempre la defensa de los intereses de esta comunidad a la que tanto quería y a la que quiso dar voz desde las páginas de este periódico. Estos días todos los compañeros tienen sus historias, sus recuerdos, es fácil ver su huella en cada uno de nosotros. Creo que le habría emocionado ver con cuánto cariño le recuerdan, las anécdotas amables, los momentos vividos, la pena de su marcha. Son generaciones de periodistas que se han formado a su vera y que han aprendido que deben aspirar a la excelencia, porque ese era el objetivo. «Buscad a catedráticos», nos decía cuando quería que un tema fuera tratado en profundidad por los mejores expertos. Y en eso habrá que afanarse, en buscar sabios que den valor añadido a nuestras informaciones y en luchar para que su vacío no sea una rémora, sino una motivación para seguir ofreciendo lo mejor a quienes día a día recurren a La Voz de Galicia para conocer el mundo. Me pregunto si él pensaría alguna vez que su legado iría más allá de este periódico, o de los lectores que día a día confían en él, y que, en cada una de las personas con las que ha trabajado, ha dejado una huella que nos ha transformado y nos acompañará para siempre.