España acaba de conceder asilo a Edmundo González, presidente electo de Venezuela según las únicas actas electorales publicadas. El propio Partido Comunista de Venezuela ha reconocido que «todo el mundo sabe qué ocurrió el pasado 28 de julio y el descalabro de la cúpula del Gobierno y del Partido Socialista Unido es tal que han puesto en marcha una peligrosa conspiración contra la voluntad popular».
Se desconoce información determinante para saber qué motivaciones y qué consecuencias tiene el exilio del respetado internacionalista, y su reciente comunicado oficial al respecto es un ejercicio de mesurado equilibrismo diplomático. Deformación profesional. No deja claro si seguirá en la lucha política y parece confirmar la distancia con María Corina Machado, reivindicando su figura en pasado.
Es pronto para saber si su exilio es una pésima noticia que podría contribuir a consolidar la dictadura chavista, o si terminará reforzando la lucha por la libertad del pueblo venezolano.
Por un lado, muestra la falta de capacidad de unos —¿acaso prudencia excesiva?— y la falta de voluntad de otros —¿acaso corrupción infame?— para defender las más elementales reglas democráticas. ¿Cómo se puede defender la victoria de Maduro sin exigir las actas que la confirmen? Primero, la democracia. Luego, la ideología. Anteponer la ideología a la democracia avala la tiranía.
Lo tienen muy claro grandes referentes de distintas generaciones de la izquierda hispanoamericana, como Boric o Mujica, contundentes con el chavismo y sus cómplices. «La dictadura de Venezuela no es la izquierda», espetó Boric a quienes defienden la dictadura chavista bajo la bandera de la izquierda. El chavismo practica terrorismo de Estado para secuestrar la voluntad del pueblo venezolano. No lo digo yo, sino, de nuevo, el Partido Comunista de Venezuela.
Los comunistas venezolanos, perseguidos también por el chavismo, se han sumado a las denuncias contra la represión atroz del régimen «burgués» de Maduro, con asesinatos y atrocidades en barrios humildes, incontables detenciones de menores, mujeres y discapacitados, amenazas de exterminio contra opositores, incluso de izquierdas. Quizá Boric, Mujica o los comunistas venezolanos hayan transmutado en peligrosos fascistas.
Por otro lado, el destierro del heroico septuagenario diplomático podría servir para difundir el clamor de libertad, como el miembro más destacado de la diáspora venezolana. El chavismo ha convertido Venezuela en el país del mundo con el mayor porcentaje de su población fuera del país en contra de su voluntad, exceptuando países en guerra como Ucrania o Sudán del Sur. Con el asilo del presidente electo, España asume la lucha por la libertad y la democracia en Venezuela, dando voz a Edmundo González desde el exterior. María Corina Machado lo sigue haciendo desde el interior, antes de que acabe en la cárcel o en el exilio, llevándose toda esperanza para el pueblo venezolano. Venezuela es una partida clave en el tablero global entre demócratas y autócratas. Los demócratas vamos perdiendo.