Bendito seas, George Orwell

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

Borja Sánchez-Trillo | EFE

23 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

A la literatura nunca le han faltado ni los arúspices ni los visionarios. El sabio Herodoto nos hablaba del oráculo de Delfos y los aciertos de sus sacerdotisas. Y de mayores, cuando releíamos a Julio Verne, pensábamos que sus viajes maravillosos y otros prodigios eran producto de una imaginación desbordante. Una imaginación que tuvo concreción a lo largo de la historia. Isaac Asimov, Arthur C. Clarke o Ray Bradbury son tan actuales que uno ya los lee como si hubiesen escrito ayer. Sin embargo, nadie como George Orwell. Pensarán que les voy a hablar de 1984, quizá su novela más repasada. Quizá su novela más presente: el ministerio de la verdad (muy similar al «Plan de regeneración democrática» de Pedro Sánchez) o la neolengua (newspeak, la denominaba Orwell). En esa primordial novela, 1984, se estaba pergeñando la España de nuestros días. Nadie lo imaginaba entonces. Pero Orwell decía que solo sería permisible el lenguaje políticamente correcto, que salirse de la norma impuesta desde el poder ejecutivo representaría un motivo de exclusión, que no comulgar con los credos de la «igualación» significaría un rechazo de las convenciones democráticas. Quizá sea inconstitucional pensar diferente. Vamos camino de ello. Sin embargo, la novela citada no es el mejor espejo del presente. Es Rebelión en la granja. Los chavales de institutos y universidades, en lugar de soportar a autores dogmáticos y adoctrinadores, debían leer esta historia. Regresarían al mundo de la posguerra española, tan aplaudido en Galicia (no hay instituto en que no se lea una historieta de buenos y malos, nacionales y republicanos, católicos y agnósticos o ateos o librepensadores magníficos que iluminaron el mundo con su saber). Fue en 1944, cuando ingleses y rusos estaban aliados contra Hitler. Entonces Orwell escribió una nouvelle, creo que no es inadecuado el término, sorprendido por la admiración que despertaba entre los intelectuales el edén de Stalin. La historia es portentosa e insólita. Se publicó en 1945. Voy con ella.

Una granja. El propietario, señor Jones: beodo y quejumbroso. Sus animales se rebelaron y lo expulsaron del territorio. Desde entonces se instauró en la granja una hermandad igualitaria que se fundamentaba en siete principios: todo lo que camina sobre dos pies es enemigo (si no eres como el que manda irán a por ti), todo el que camina sobre cuatro patas o tiene alas es amigo (si eres de los buenos gozarás de recompensa)… El tercer principio y el cuarto no son relevantes. Quinto: ningún animal beberá alcohol (vamos camino de ello, según Marlaska)… Y último principio (obviando el sexto), séptimo: todos los animales son iguales. La igualdad es clave. Por eso ahora podremos insultar a los católicos o al rey. No pasará nada. Sin embargo, no podremos decir nada que desagrade al Gobierno. Y ojo con las mentiras. Sánchez no anda con bromas. Orwell, que lo vio venir, tampoco.