El ruido de sables entre Pablo Motos y David Broncano se ha convertido en un imaginario Madrid-Barcelona, un rojos contra azules de tintes irreconciliables, un tigres-leones donde todos quieren ser los campeones. Hay seguidores que ponen la televisión con la única pretensión de entretenerse un rato después de un día de trabajo, pero también hay quienes esperan a los gráficos del día siguiente para ver tropezar al otro. Los protagonistas van jugando bien sus cartas en la partida de cada día. Si El hormiguero invita a Johnny Depp, La revuelta convoca, por sorpresa y sin avisar, a Norman Reedus. Y las redes sociales lo convierten en una nueva conflagración sin atender al consejo pronunciado el lunes por el pirata Jack Sparrow: «El odio no es una carga que necesitemos llevar. Simplemente apártate y sigue adelante».
Más allá de las refriegas, la competencia de ambos programas ha dejado claro que ese horario fronterizo denominado access prime time, anglicismo del que aborrecerán los académicos de la lengua, se ha consolidado como el verdadero horario de máxima audiencia de la televisión en España. Esa franja de diez a once es la que reúne un mayor número de espectadores, ahora más que nunca. Y aquellos intentos por adelantar los programas estrella para que la gente que madruga se vaya a la cama con la serie o el concurso visto han caído en el olvido.