Es normal que los seguidores de Dulceida se confundieran, porque ver a una recién parida con un bebé en un brazo y la barra de fuet de Casa Tarradellas en el otro hizo pensar que la influencer estaba haciendo publicidad. Y, claro, ahí salió toda la jauría a colgarla de un pino. Dulceida se justificó diciendo que, en lugar de pan, su niña traía un fuet debajo del brazo y que esa exquisitez es lo que quería comerse después de dar a luz, y además, se defendió explicando que jamás haría publicidad con su hija. Sin embargo, la imagen de Dulceida, el bebé y el fuet no deja de ser impactante, como un cuadro que refleja nuestros tiempos. Una mujer que lo primero que desea hacer, nada más haber sacado de sus entrañas a una criatura, es hacerse una foto para todos nosotros, sonriendo, tumbada en la cama del hospital, con su bebé en un brazo y el palo del embutido en el otro es, cuando menos, significativa.
Pero más allá de la curiosidad (o de la idiotez), según se juzgue, lo que no debería sernos indiferente es que a los minutos de nacer veamos a un bebé expuesto a todos los ojos del mundo. Una niña que a partir de ya seguirán cientos de miles de personas. Veremos, si sus madres la protegen de todo ese abismo. Pero cualquiera que sepa cómo va la cosa en Instagram está al tanto de cómo los menores son una fuente inagotable de likes sin que puedan hacer valer sus derechos. Lo de menos, desde luego, es el fuet.