Galicia entre los otoños

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

Foto de archivo de un pleno del Parlamento de Galicia
Foto de archivo de un pleno del Parlamento de Galicia PACO RODRÍGUEZ

28 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Camelias, caléndulas, crisantemos. Galicia, en los huecos del otoño, deja crecer sus flores. Es su alalá predilecto: ese que se conjura contra todos los infortunios. A mí el otoño me deja siempre tirado en cualquier esquina. La esquina, probablemente, se llame melancolía. Intento distanciarme del pan nuestro de cada jornada: de querella en querella, comparecencia en comparecencia. La política se ha convertido en una tómbola de feria. Sus rifas, sus bolas de colores, los locutores gritando a la concurrencia un lema conocido (¡Qué alegría, qué alboroto, otro perrito piloto!). Y el murmullo de la gente agolpándose en los puestos de la feria y preguntándose cuándo nos tocará a nosotros: el perrito, la rifa buena o la bola que esconde un premio suculento. Hay que levantar el pie. Hemos llegado a un punto del que ya no se puede volver. O eso dicen los politólogos de nuestro periódico. Los leo con fruición para saber si queda alguna esperanza. Y colijo que la esperanza es ninguna. Tenemos un ministro de Justicia con un fiscal general del Estado imputado. Las demandas contra el juez Peinado han quedado en el limbo. Tenemos una oposición que presenta una querella contra el PSOE, y en dos días se la tiran también. Tenemos una Justicia que por primera vez en democracia está cuestionada por el Gobierno. Un hemiciclo donde sobran los juicios de valor y faltan los argumentos. Un Gobierno que parece no encargarse de los problemas de la gente (vivienda y paro y migraciones, etcétera), sino de su asunto principal: cómo defenderse de tantas investigaciones judiciales y comisiones políticas. Si digo que estamos viviendo la etapa más vulgar del parlamentarismo, no me equivocaría demasiado. El Parlamento no legisla, huye hacia delante al son del Gobierno. El Gobierno no ejecuta. Los socios aprietan. La oposición, también. Quizá llevamos años votando sin saber muy bien lo que votamos. Pero votamos esto. Y esto es la democracia. En Madrid, el otoño colecciona hojas amarillas que se pegan al suelo. Y ya nadie podrá arrancarlas.

Lo nuestro es más tranquilo, como si una vara mágica tocase los bordes de Galicia. La semana pasada el Gobierno gallego votó su primera ley de la legislatura (Ley de Recursos Naturales). También anunciaron una nueva convocatoria de oposiciones para educación en el 2025, con una tasa de interinos que bajará al 5 %, mientras en España la media es del 22 %. Discutieron. Pero con cordialidad, incluso con elegancia. Rueda, Pontón y Gómez Besteiro parecían flotar sobre la hierba húmeda de octubre. Yo, lo mismo. A orillas del Támega, y no del Sar, como Rosalía. Cierto, el otoño es más bello si es gallego, de camelias y caléndulas y crisantemos. También de chopos anatómicos que parecen tocar, con sus ramas más altas, el cielo y a su Dios. Precisamos reunirnos alrededor del fuego. Mirarnos. Calentarnos las manos. Unas castañas, un vino y un puñado de amigos. Quizá no resulte tan difícil ser felices.