Teoría de las catástrofes

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer I Balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

Errejón e Iglesias, durante un pleno del 2017 en el Congreso
Errejón e Iglesias, durante un pleno del 2017 en el Congreso Juan Carlos Hidalgo | EFE

28 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace décadas, el matemático René Thom enunció su teoría de las catástrofes. Venía a argumentar sobre la posibilidad de predecir situaciones que, en un instante, podían derivar en una catástrofe, y poder adivinar el sentido o la dirección de esta. Todo partiendo de la idea de que una catástrofe es aquello que hace perder el equilibrio y cambiar la estructura de cualquier cosa. Se preguntaba si es posible predecir en qué momento, dónde y de qué manera se va a producir una grieta en la pared o la dirección que va a seguir la línea de ruptura del cristal del parabrisas. Podríamos decir que esta teoría estudia desde un punto de vista matemático lo que vulgarmente se conoce como la gota que colma el vaso, esa que provoca que el agua se derrame y se pase de un estado inestable a otro estable o viceversa.

La vida es una sucesión de sucesos que suceden sucesivamente, decía el marqués de Lozoya, y tenía razón. En la vida hay sucesos sin más y otros que provocan catástrofes, como demuestra Thom. Lo malo es que nunca sabes qué renuncia, qué elección o qué camino va a producirlas. Qué consecuencias reales va a tener que te enamores de fulanito, que tengas un hijo, que te rompas una pierna, te vayas de viaje a Cuba o cambies de oficio. Cualquier suceso mínimo puede rompernos el equilibrio y generar un cambio catastrófico.

La distancia que dan los años permite ver más claro qué sucesión de sucesos provocaron nuestras catástrofes personales. Por eso los humanos sufrimos una crisis vital rondando los cincuenta, cuando los efectos de estas comienzan a ser patentes y nos da por querer restaurarlas apresuradamente. Es cuando hay más separaciones, cambios de trabajo, de vivienda, de ciudad, de rutinas y en la que se compran más motos y coches deportivos y se producen más operaciones estéticas. Todo buscando regresar a ese punto para corregir el rumbo que un día se eligió tras un pequeño suceso que acabó en una íntima catástrofe.

Estamos presenciando una sucesión de puntos catastróficos, lo vemos en los casos de corrupción. Muchos estarán pensando en qué momento se rajó el cristal de las apariencias que los llevó a la catástrofe, en ese instante aparentemente trivial en que se encaprichó de una corista, decidió quedar con quien no debía, aceptar una prebenda o simplemente decir «vale».

«Cuando el hombre se mira mucho a sí mismo, llega a no saber cuál es su cara y cuál es su careta» (Pío Baroja). Y acontece la catástrofe.