«¡Como si los empresarios careciesen de sentido común y humanidad!»

OPINIÓN

Eduardo Parra | EUROPAPRESS

01 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Devastación y demagogia

Ante la catástrofe en la zona levantina, la ministra de Trabajo se ha apresurado a entonar un «no se puede obligar a que los trabajadores acudan a sus puestos ante una circunstancia de riesgo imprevista», como si los empresarios careciesen de sentido común y humanidad, poniendo veladamente en la picota a quienes generan riqueza y empleo.

De todas formas es loable que haya encontrado un paréntesis fuera de su lucha por rebajar el horario laboral, que tendría sentido en un país donde no se perdieran tantos millones de horas de trabajo, que desde luego no es el nuestro. Pero, ¡qué más da!, cuenta con el apoyo sindical, el resto es prescindible; al fin y a la postre aquí no equiparamos derechos con responsabilidades, como también sabemos mucho de fiscalidad y poquito de generar riqueza, valor añadido y empleo (salvo el proveniente de las oposiciones para las diversas administraciones).

Un poco menos de demagogia, este es un país maduro, quizá más necesitado de autocorrectivos en las alturas que de sermones continuos a una ciudadanía hastiada de tanto pastoreo de clase. José Manuel Mosquera. Sada.

Tragedia de la dana

Vaya por delante mi pesar y apoyo a tantas víctimas y damnificados por la dana, confiando en que los gobernantes sepan estar a la altura de las circunstancias por una vez. Pocas veces lo consiguen. ¿Dónde están ahora los que vienen pidiendo la disolución del ejército, de la Guardia Civil y Policía, que ni tan siquiera son capaces de agradecer los servicios que todos ellos prestan junto a los bomberos, protección civil, voluntarios etcétera? Ángel Santamaría Castro. Bilbao.

Burlarse de la muerte

Asombra la extrema rapidez con que nos hemos dejado invadir por la cultura yanqui en tantísimos ámbitos de la vida española donde manteníamos una personalidad propia desde hace muchos siglos. Una pérdida de identidad que es consecuencia directa de la facilidad con que hemos ido abandonando aspectos sustanciales de nuestras creencias y modos de vivir que, lógicamente, repercutían en nuestras manifestaciones culturales: desde la cocina hasta la celebración de fiestas y tradiciones. Esto sucede, por ejemplo, con tradiciones que celebramos de manera tan diferente que no hay quien las reconozca: como la fiesta de Todos los Santos y el día de los Fieles Difuntos, el 1 y 2 de noviembre, respectivamente. Conmemoraciones de profunda raíz y significado cristiano en España y en Europa que durante siglos invitaban a reflexionar sobre la fugacidad de la vida y el sentido de la muerte, así como para recordar a quienes nos precedieron. Celebraciones que el gran mago Hollywood se ha llevado por delante, pegándonos el cambiazo por el Halloween: hortera mezcolanza lúdico festiva de baile de disfraces de zombis y monstruitos que frivolizan con el más allá. Frivolización que, en una sociedad que vive de espaldas a la muerte, tiene garantizado el éxito. Hasta que de repente nos topamos con la realidad de sucesos como el que ha asolado Valencia... y se nos congela la burla en los labios. Miguel Ángel Loma Pérez.