Galicia, en el contexto global actual, marcado por un nuevo proteccionismo y la redefinición de la globalización, necesita encontrar su camino para poder ser competitiva con el fin de asegurar su prosperidad. Es aquí donde el tejido industrial gallego afronta un reto: reindustrializarse para incrementar su peso en el PIB gallego, casi un 16 % según datos del 2022, a un punto por debajo de la media nacional y a cuatro puntos de la media europea. Estas son las metas de referencia a alcanzar, en las que la energía, el talento y la coordinación institucional juegan, a mi entender, un papel fundamental.
Según la visión pospandemia de la UE, a la que se le suman las reflexiones del reciente informe Draghi, una economía resiliente necesita un sector industrial competitivo, bajo la premisa de la colaboración público-privada, que cree y asiente riqueza en su territorio, fabricando in situ, por ejemplo, aquellos productos estratégicos que escasean en época de crisis mundial, además de los de alto componente tecnológico; y todo ello sustentado por un mix energético que conjugue la seguridad de suministro con la sostenibilidad, bajo la premisa de un precio asequible.
La energía es un arma geopolítica en el ámbito internacional, y si la analizamos a nivel estatal es fundamentalmente fiscalidad, una fuente de ingresos fácil y rápida para el Estado, vía impuestos. Pero en el ámbito local la energía es un factor de competitividad, el coste de la energía afecta a empresas y en especial a la pyme, motor real de nuestro tejido industrial, que pierde su capacidad de competir debido al elevado coste energético frente a otros territorios. Este es un problema que puede revertirse creando, por ejemplo, comunidades energéticas industriales; también buscando un mix energético diversificado que se nutra de los recursos locales, como las energías renovables en las que Galicia era un referente, vectores energéticos como el hidrógeno, sin olvidarnos de los combustibles sostenibles. Tecnologías todas ellas con distintos niveles de desarrollo, con sus tiempos y necesidades de inversión, pero siempre en la senda de la transición energética, aprovechando el potencial de nuestra economía circular.
Galicia, aunque a veces no nos acordemos, tiene una cultura industrial sólida, que siempre ha generado empleo cualificado con buenos salarios. Aún así, el otro reto al que nos enfrentamos en la industria es la escasez de talento, personal formado y además con intención de trabajar. El oficio industrial no consigue atraer a profesionales nacionales, a pesar de ser un sector sin apenas paro, lo que está obligando a las empresas gallegas a buscar profesionales de otros ámbitos geográficos, con especial foco en Iberoamérica. Me consta que se hacen esfuerzos en el marco de la colaboración público-privada, con iniciativas que están dando sus frutos.
Por último, creo que se requiere que el compromiso institucional migre a una coordinación institucional. En mi opinión, no faltan compromiso y financiación pública, es más, en algunas áreas hay exceso de propuestas, solapándose lo estatal con lo autonómico y local. La dificultad deriva de los procedimientos y tiempos de las administraciones, pero sobre todo de las lagunas competenciales, porque no sabes a veces a quién dirigirte con una propuesta. En esto también me consta que ya están funcionando oficinas de gestión especializada. Todo ayuda, soy optimista.