Una bizarra coalición de personajes e intereses se dedica desde hace tiempo a poner en la diana a las instituciones. Desde las redes y los platós de programas como los de Iker Jiménez, conocidos por su devoción marciana por el rigor y los hechos, influencers y autoproclamados héroes del pueblo (sin más mérito que el cuento, como el ahora famoso mecánico Ángel Gaitán, admirado por el tenista Alcaraz) lanzan campañas de desprestigio y desinformación contra lo que pueda erosionar su relato, épico, tóxico e irreal. Ya sean organizaciones solidarias o un banco como ING.
Ellos, y activistas como Alvise Pérez, que se disfrazó de militar para infiltrarse en un pabellón en Valencia, inventan y cuentan versiones alternativas que poco tienen que ver con la realidad. Y les llaman «Verdades», con mayúscula. Para distribuirlas, cuentan con la ayuda de los dueños de las redes, que premian los contenidos que estimulan la confrontación, las reacciones indignadas. Unos, como Musk (X), porque le conviene a Trump. Otros, como Zuckerberg (Meta), porque le hacen ganar mucho dinero.
No lo duden, es la pasta, y no la bandera, el motor que mueve a nuestros salvadores de la patria. Son los que antes de proclamar el «ni un duro a la Cruz Roja» quisieron arrogarse el reparto de ayuda. Y dársela solo a los pueblos con más likes. Eso sí es un escándalo.