Aunque en el refranero se recogían tempestades, la historia de la energía eólica en Galicia ha sido una historia de éxito, que ha dado sustanciosos frutos. Galicia es un territorio que cuenta con envidiables recursos renovables, especialmente hidráulicos y eólicos, es también una región que fue pionera en el desarrollo eólico nacional, siendo, a día de hoy, la cuarta autonomía con más potencia, cuando, por extensión, es la séptima.
En España, según European Climate Foundation, el 87 % de los ciudadanos que viven cerca de un parque eólico apoyan esta energía, y el 73 % apoyarían la construcción de parques eólicos cerca de su lugar de residencia. Los principales beneficios citados por los ciudadanos son la creación de nuevos empleos a nivel local o el impacto de los beneficios del proyecto en la comunidad, algo evidente si se pregunta a los municipios, donde los impuestos municipales proporcionan un impulso adicional en diversas áreas. Todos estos beneficios parecen haberse olvidado. Galicia es la comunidad donde más se ha judicializado el desarrollo renovable, con cerca de 2 GW de proyectos suspendidos cautelarmente por tribunales gallegos. Las denuncias de organizaciones seudoecologistas olvidan, interesadamente, como la Comisión Europea ha declarado en diversas ocasiones, que el cambio climático es mucho más nocivo para la diversidad que las tecnologías que, como la eólica, lo combaten. Los anuncios sobre los nuevos planes, que obligan a la repotenciación o a la venta de una parte significativa de la producción de forma local — algo que sería absurdo para otras industrias como la pesquera o ganadera—, ratifica un clima altamente desfavorable para la eólica en Galicia. Seamos claros, obligar a la repotenciación de un parque eólico con el actual clima de judicialización de los proyectos es, prácticamente, decretar su desmantelamiento y cierre.
Galicia es una comunidad ambiciosa, con grandes planes de desarrollo industrial. Las industrias alimentaria, tecnológica, textil o de automoción son algunas de las que conforman el futuro económico gallego y todas ellas son compañías electrointensivas, que necesitarán satisfacer una gran demanda de electricidad a precios competitivos. Justo lo que ya está ofreciendo la industria eólica: electricidad renovable, autóctona y a precios competitivos. Solo en el 2023, las renovables, con la eólica a la cabeza como principal fuente de generación nacional, produjeron ahorros netos en el sistema eléctrico superiores a los 9.500 millones de euros.
La eólica ya firma acuerdos de compra-venta de electricidad con otras industrias, pero lo hace en un marco de libertad de mercado que ahora se quiere intervenir. La eólica ya crea empleos en el territorio: 36.000 de los 127.000 de las renovables fueron eólicos en el 2023, con numerosas empresas gallegas de renombre. La eólica ya reduce el precio de la electricidad. Y la eólica, cuando lo necesita, lleva a cabo repotenciaciones, no cuando se le obliga. Porque un parque bien cuidado, no está obsoleto, es un parque eólico plenamente funcional y operativo. Los mismos que piden extender la vida útil de las nucleares, algunas con más de 40 años, son los que consideran viejos parques eólicos de 25, curiosa contradicción. Nuestros gobernantes, especialmente los autonómicos, harían bien en construir un marco regulatorio que atraiga las inversiones para la eólica gallega, no que las ahuyente. Porque cuando en España sembramos vientos, siempre recogemos frutos.