No salgo de mi asombro. Resulta que el «conseguidor» y presunto delincuente económico acusado, en principio, de ser el responsable de las mordidas millonarias que habrían cobrado Ábalos cuando fue ministro, su escudero Koldo y otros altos cargos del Gobierno, según declaró en sede judicial Álvaro de Aldama, tiene un portavoz, además del equipo jurídico que lo defiende.
El portavoz es más que un jefe de prensa, es el periodista y consultor Ramón Bermejo, que trabajó en Antena 3 y en Telecinco; persona de probada solvencia, que estructura el argumentario que Aldama hurta a la opinión pública, mientras su portavoz responde con la coherencia de quien tiene sobradas tablas para realizar una gira por los platós televisivos y las emisoras de radio.
Bermejo acudió a la Cope, fue entrevistado por Susanna Griso, y ocupó medio programa de Iker Jiménez en Horizonte. Habló por boca de ganso mientras Aldama presentaba recientemente supuesta documentación que implicaba a una compleja trama que tiene raíces en Venezuela y se extiende como una mancha de aceite que afecta a importantes miembros del gabinete Sánchez.
Y si Aldama tiene un «contador de gestas», vuelvo a sorprenderme al enterarme, según algunos medios, que una jefa del gabinete del jefe del gabinete Óscar López, la fontanera monclovita Pilar Sánchez Acera, articuló elementales maniobras que habrían desembocado en la dimisión de Lobato, secretario general de los socialistas madrileños. Pilar Sánchez era también consejera de Paradores. Sería para completar su exiguo salario.
Sorpresa menor en mi asombro general es comprobar cómo, en el ojo del huracán de esta maraña infernal que afecta a la política hispana, uno de los problemas mediáticos mas tertuliados es la querella entre Broncano y su neo programa en la televisión pública y Pablo Motos, director de El Hormiguero en Antena 3.
No sé yo cómo podría contarle lo que acontece a un amigo, pongamos que francés, sin acudir al tópico de las dos Españas. Y en su nombre, apelando «a mi país», habla Feijoo en su soliloquio habitual cuajado de insultos amables, y como respuesta, o no, al presidente Sánchez, instalado en la popular expresión de pregunta/respuesta «¿a dónde vas?, manzanas traigo».
Asistimos al hartazgo de Sísifo, cansado de subir una piedra a lo alto de la montaña, que se caía al llegar a la cumbre y el personaje mitológico volvía a subirla una y otra vez. Nuestra clase política está llena de esfuerzos ímprobos, de testigos imputados, de batallas políticas libradas en los juzgados, de mentirosos patológicos, de bulos que van y vienen transversalmente, de Sísifos de opereta y de portavoces profesionales de presuntos delincuentes.