El discurso del rey, antes de la cena familiar de Nochebuena, marca la salida para el aperitivo, para los canapés, el jamón y las gambas que preludian la gran cena que da inicio a la Navidad. Es uno de los ejes vertebrales del ritual freudiano que se repite cada año y las televisiones lo emiten a las nueve en punto de la noche.
«Como cada Nochebuena, tengo la oportunidad de felicitaros la Navidad y de transmitiros junto a mi familia nuestros mejores deseos». Así es, más o menos, como comienza el mensaje que en los últimos diez años nos ha dirigido Felipe VI, en la vieja tradición de Adviento de colarse en nuestro salón para felicitarnos las pascuas y dejarnos un par de mensajes crípticos sobre la situación política del país.
Sus palabras son el equivalente navideño de la misa del Gallo, pero con lenguaje laico aunque con idéntica liturgia.
En los días inmediatamente posteriores asistiremos a diecisiete mensajes de los presidentes autonómicos —del rey abajo ninguno— pronunciados en las cuatro lenguas del Estado.
A esas alturas ya estamos hartos de escuchar los nuevos villancicos que suenan por los altavoces de las calles con Mariah Carey, All I want for Christmas is you y por el lado castizo, el éxito venezolano El burrito sabanero, interpretado por Bisbal.
Ya desaparecieron los bancos de peces bebedores en el río, y nadie urge a la Marimorena que ande y ande, pues lo venía haciendo desde el siglo XV.
Hay que pedir que siga sonando aquel viejo himno de la paz que cantaron los soldados de todos los bandos en la segunda gran guerra. Noche de paz está hoy, con los conflictos de Ucrania y los de Gaza, Líbano y Siria, más vigente que nunca.
Ya no se dirigen al portal clausurado por el Ejército judío las muñecas de Famosa, y la canción sentimental de El Almendro, no vuelve, o sí, a casa por Navidad.
Menos mal que el discurso del rey nos vertebra los días de vino y rosas, del buenismo crónico y la felicidad compartida.
Ahora que nadie nos envía aquellas bellas postales naífs ilustradas por Jano —fue antes de que llegaran las reproducciones de cuadros del Prado o de los pintores de la escuela italiana—, el mensaje anual de la Corona es el autentico espíritu español de la Navidad, previo a la llegada del impostor Santa Claus, que no puede desbancar a los Magos de Oriente, aunque duplica la oferta de regalos en una de las noches mágicas del orbe cristiano.
Que ustedes lo escuchen bien mientras reciben mi felicitación de papel al final de estas líneas claramente navideñas. Bo Nadal.