
Es una experiencia única. Es vivir en el subidón de la canción del verano eterna. Prueben el TikTok y vivirán un viaje en tres dimensiones. Es como ponerse unas gafas de realidad virtual, pero sin gafas. Pasmado, mirando para una pantalla, los días son horas, las horas se convierten en minutos, los minutos desaparecen en segundos. La velocidad de lo que pasa y de lo que no pasa les sobrecogerá. El algoritmo (algo-ritmo) trabaja a fume de carozo de fórmula uno en circuito con mucha recta y mucha curva. En nada, empiezan a aparecer rostros que conocen.
Una parte de la temática de lo que les salta en el móvil la va eligiendo como en un menú, un bufé libre que no tiene fin. Las búsquedas las pueden ir parcelando, tabicando más o menos. Si les gustan los viajes, tendrán viajes. Si disfrutan con la lectura, tendrán lectura. Si quieren historia, historia encontrarán. Otra película es el grado de verdad en lo que verán y oirán. Pronto se descubre que este canal de comunicación posee una potencia inusitada que hace parecer que los buscadores de webs de toda la vida son una actividad relajada y pacífica. En TikTok, tic, tac, el tiempo desaparece. La realidad salta por los aires. De pronto, les entrará que ha muerto la presentadora Mercedes Milá, que, por supuesto, está muy viva. Presenciarán una querencia muy fuerte por matar o enfermar a personajes famosos, por los bulos. Todo es posible en esa pantalla. Los seres que verán no son reales. Tienen filtros que los estilizan, rostros increíbles, como de avatares.
TikTok es una expedición a la selva. Es portentoso lo que hay que desbrozar para agarrarse a algo. Están las grandes marcas que venden sus productos, los medios de comunicación habituales que te devuelven la noticia con firma en TikTok. Es un abarrote de posibilidades. Es como tener el contenido de la tienda de un chino en la pantalla, pero en movimiento. Hay una santificación de la juventud. Cierto es que pertenezco a la generación del baby boom y mi mente no está preparada para según qué sustos. Pero les sugiero que caigan en esa red de vértigo de noche. Los ojos se les irán abriendo hasta que sea imposible dormir. No creerán que son las cuatro de la madrugada, cuando miren el reloj. Si son capaces de dejar de pasar el dedo por la pantalla, para escuchar otra canción, para conectar con otro live, para creer que nos estamos riendo con otro monólogo de un cómico, para ver las entrevistas de Broncano troceadas hábilmente. Y así, sin parar. Enciendes el TikTok y el móvil se transforma en un after, cuando llevas toda la noche de fiesta y nada es lo que parece. Ni mucho menos. No me extraña que quieran alejar a los niños y a los adolescentes de este atracón de emociones. Nunca estás seguro de si lo que ves sucedió o es inventado. TikTok, ¿realidad o ficción? Si es así la manera en la que se van a comunicar las generaciones en un futuro que ya es hoy, mala pinta tiene. Pero tampoco es lógico huir de lo que ya está aquí. Sería cerrar los ojos para romperte la cabeza contra una pared. Hay que intentar consumir TikTok sin que te consuma. O apagar el móvil y conectarse a la vida, a las miradas de verdad, a la piel de las caricias.