Melquíades

Xosé Ameixeiras
Xosé Ameixeiras ARA SOLIS

OPINIÓN

Ricardo Maldonado Rozo | EFE

31 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Las luces, por Navidad, se van al sur, en vez de ir al norte. Se equivocan, como la paloma de Alberti, que creía que la noche era la mañana. En Vigo deslumbran y convierten el Nadal en fiesta de colores, pero en Laxe las farolas se vuelven asesinas y acaban con la vida de un buen hombre que quería poner claridad en la travesía del Sol. El triste final del domador de kilovatios, víctima del intento de vencer a las sombras. Se hizo la oscuridad y el luto en víspera de los Santos Inocentes, en plena celebración de la nueva luz. Los contrastes de la existencia. Saltarina o amarga, según los casos. La vida perdida en lo alto de una grúa, como si los objetos quisiesen cobrar tributo por su utilidad. «Las cosas tienen vida propia, todo es cuestión de despertarles el ánima». Así hablaba Melquíades, el gitano de Cien años de soledad, la novela de García Márquez reproducida en una incomprensiblemente controvertida serie de actualidad. Puede verse estos días, cuando se agota un calendario y se abre la esperanza de otro nuevo en medio de la algarabía, como cuando los gitanos llegaban a Macondo con loros que recitaban romanzas italianas, gallinas que ponían cien huevos de oro, monos que adivinaban el pensamiento o aparatos para olvidar los malos recuerdos y José Arcadio Buendía quería crear la máquina de la memoria. La grandiosa fabulación de Gabo siempre deslumbra en cualquier versión que presenten su legendaria creación. Llega a puertas del 2025 y de los nuevos propósitos, que siempre tienen fecha de caducidad. Viene el año al ritmo de la Marcha Radetzky palmeada por el público bajo la dirección de Muti. ¡A ver si no lo tuercen!