España, camisa blanca

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

MUSEO DEL PRADO | EUROPAPRESS

04 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Han transcurrido como en un suspiro los primeros veinticinco años del nuevo siglo. El que nació en el ya aparentemente lejano, tan lejos y tan cerca, año 2000. El segundo milenio que asombró al mundo.

Llegó como siempre, según la crónica cunqueiriana de las mil nuevas primaveras, por la mar, que a juicio del gran fabulador mindoniense es el lugar en donde nacen los años nuevos.

Y vino entre deseos voluntaristas cuajados de buenismos que tendrán que vencer los malos augurios que presagiaban tiempos convulsos en la segunda era trumpista y el mantenimiento creciente de los conflictos en el Medio Oriente, con Israel liderando el galope de los cuatro jinetes del Apocalipsis, y una guerra desequilibrante en el corazón de Europa, donde de nuevo el gigante post soviético Goliat pone a prueba al indefenso David.

Mientras tanto, la España de camisa blanca, en la voz de Ana Belén, vuelve a estremecernos al escucharla desde el Museo del Prado, la España bipolar y neurótica,

El país crispado en los altavoces parlamentarios, donde prevalece el «y tú más», aderezado con insultos escasamente sofisticados, continúa en el nuevo año autoagrediéndose entre corrupciones que son tan viejas como el hombre.

Incluso aplican neologismos de dudosa factura a las voces clásicas y florecen nuevas expresiones arrojadizas, tales como «fango» o «fachosfera», o la nueva acepción de «bulo», para designar el alfabeto más simple que encubre dislates cotidianos.

Es difícil ser optimista en la lectura política de estos días en los que comienza el año, el neófito primer cuarto de siglo, mientras el triunfalismo gubernamental nos vende el crecimiento del Producto Interior Bruto, superior al de los países de la Unión Europea, que es debido en sus mejores datos a los noventa millones de turistas que nos visitaron en el año que acaba de concluir, al incremento de las exportaciones, con el automóvil tirando del carro exportador, y a la generosidad financiera de la Unión con sus donaciones millonarias a fondo perdido.

Tampoco el derrotismo primario cabe en esta columna, que solo pretende saludar los meses que cabalgan el calendario, y devolvemos el saludo de felicidad y bienestar, el deseo fraterno de prosperidad a quienes nos han dejado su mensaje en las redes sociales. Me uno a la voz de Ana Belén y termino con la estrofa que hago mía cuando dice: «Quisiera poner el hombro y pongo palabras, que casi siempre acaban en nada, cuando se enfrentan al ancho mar».

Que sean moderadamente felices.