Relatos

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

RTVE

05 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Tengo la extraña sensación de que conforme pasan los años, le estoy cogiendo manía a las fiestas navideñas. Más allá de la tópica nostalgia por los que no están, la pérdida de la inocencia infantil y las resacas épicas de las primeras sueltas de Nochevieja, últimamente lo que más me incomoda es asistir, año tras año, al desguace de los últimos relatos que sostienen nuestra cultura. Ya me parecieron impertinentes la cabalgata de diseño de Manuela Carmena, los belenes conceptuales de Ada Colau, las reinas magas y bautizar unas fiestas milenarias con el eufemismo de «fiestas de invierno». ¿A quién ofenden? En la fachada del caserón del Buen Retiro se plasma la frase de Eugenio D'Ors: «Todo lo que no es tradición es plagio». Lo que no acierto a entender es qué estamos plagiando, o peor aún, si simplemente se trata de destruir la tradición vaciando la bañera con el niño dentro.

La polémica del Fin de Año, donde no parecía suficiente con el debate nacional acerca del vestido de la Pedroche, vino servida por la cómica Lalachús, que mostró una estampita de la vaca del Grand Prix con el sagrado corazón de Jesús, lo que ha llevado tanto a la indignación y denuncia de organizaciones cristianas como a la defensa en tromba del Gobierno y brigadas mediáticas afines. ¿Qué necesidad hay de estas broncas ideológicas?

Personalmente, lo de la vaca no me ofende y me importa un pimiento, lo que sí me parece es de un mal gusto exquisito; eso no es humor, es una provocación cómica prescindible, que puede resultar pertinente para una fiesta de monólogos en El Garibaldi de Madrid, pero no en la televisión pública que es «de todos», incluidos fachas, progres y todas la ganaderías que habitan nuestro país.

Manca finezza, aquí de lo que se trata es de llevar la bronca y la polarización política hasta el último minuto del año. ¡Qué fatiga!

Cuando se destruyen los grandes relatos solo quedan microrrelatos minoritarios o tribales, que llevan inevitablemente al enfrentamiento.

A los políticos de la posmodernidad, el agudo Beaumarchais los retrataba en un pasaje de Las bodas de Fígaro: «Fingir que se ignora lo que se sabe y fingir saber lo que se ignora; fingir que se entiende lo que no se comprende y no oír lo que se escucha; fingir que se puede más de lo que alcanzan las fuerzas; ocultar como un gran secreto lo que no importa esconder; parecer profundo cuando se es vacío; rodearse de espías y pagar traidores; procurar ennoblecer la pobreza de las formas con la importancia de los fines: he ahí lo que es la política».

Feliz Noche de Reyes y «no me anden no cebolo».