Hace más de un año que el Parlamento gallego quedaba disuelto. Asomaban las elecciones autonómicas por babor. Entonces PSOE y BNG aseguraban que sería el último tramo del gobierno del Partido Popular. Recuerdo aquellos mensajes exultantes. No decían que ganarían las elecciones, decían que el PP no gobernaría. Porque a PSOE y BNG lo que en verdad les interesa es que no gobierne el PP; el resto, asuntos menores. Pontón y Besteiro visitaban los ayuntamientos, plazas, auditorios. Nada decían de su pacto de gobierno. Porque nada sabían. Cada uno llevaba su programa pero el ambiente que se vivía en los aledaños de cada partido, nacionalista (BNG) o internacionalista (PSOE), era de calma absoluta. No agresión. El enemigo se llamaba Alfonso Rueda, que había heredado el Gobierno, según los unos y los otros. Decían que Rueda carecía de méritos para presidir la Xunta, que se la había regalado Feijoo. Y decían muchas más cosas que por elegancia no menciono. Eran fechas de tensión. Y de imagen. Cómo olvidar la inmaculada figura de Pontón, tan de blanco. Y cómo no recordar el tono grave, mayestático, de Besteiro en sus proclamas. Las encuestas no les daban, pero lo importante quedaba por delante. Si Sánchez había sido capaz en julio de 2023 de dar la vuelta a las encuestas (perdiendo por menos votos de lo que se aventuraba), ellos podrían repetir el papel, vencer a las encuestas y, de paso, derrotar al «heredero». Pero resulta que el «heredero», como decían, resultó ser un político que otorgaba serenidad. Resultó que Rueda era duro de roer. Recorrió Galicia de punta a punta y allá adónde iba sembraba adhesiones y confianza. Con esas adhesiones y confianza, la maquinaria electoral del PP trabajó al unísono. Y ahí comenzaron los verdaderos problemas para BNG y PSOE: el PP no perdería sus apoyos y, por lo tanto, no habría trasvase de votos entre el centro derecha y la izquierda. Donde sí hubo trasvase fue entre PSOE y BNG: lo que uno perdió, lo ganó el otro. Los números son números. Y esta certeza incuestionable significó la mayor derrota electoral en la historia del BNG (porque querían gobernar, pensaban gobernar, y quedaron sin Gobierno) y el hundimiento del PSOE de Sánchez en Galicia.
El próximo mes se cumplirá un año de las elecciones en las que Rueda salió fortalecido. Cambio de ciclo y líder para unos cuantos años. La oposición deambula entre comisiones de investigación que llevan a ninguna parte y pactos ininteligibles: Bildu, Esquerra, Podemos, Sumar, Junts, en el fondo y en la forma, son compañeros de viaje. Me pregunto qué pasará cuando Sánchez deje de gobernar España. Qué pasará en Galicia. Me pregunto si la señora Pontón y el señor Besteiro están preparados para tal mester. Por lo demás, dicen en la Xunta que se tramitarán doce leyes este año. Hasta el debate del estado de la autonomía, en otoño, el camino de Rueda no parece intrincado. En Galicia todo parece ir bien, gracias.