España, capital Waterloo. O Ginebra

Francisco Espiñeira Fandiño
Francisco Espiñeira SIN COBERTURA

OPINIÓN

Puigdemont, seguido de Turull, el 8 de agosto en Barcelona.
Puigdemont, seguido de Turull, el 8 de agosto en Barcelona. Nacho Doce | REUTERS

18 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

El presunto órdago de Puigdemont se quedó en un envidín a chica. O sea, menos que nada. La conclusión rápida es que seguirá haciendo lo mismo que hasta ahora: humillar a su supuesto aliado, el PSOE, en cada oportunidad, léase votación, que tenga, e intentar arrastrar en el castigo a su eterno rival, Oriol Junqueras, del que le sigue separando un abismo, emocional y físico, pese al paripé del jueves en Bruselas.

Que Junts no iba a romper con la Moncloa ni cotizaba en el mercado de las apuestas políticas. Los denodados esfuerzos de Feijoo por arrimar los siete votos de Puigdemont a una moción de censura son una hipótesis tan ridícula como inviable. El fugado lo dejó claro ayer, por enésima vez. «Sería una pésima broma», vino a decir en el catalán que no les dejan usar en la sede de la UE a las preguntas de los periodistas. El lastre de Vox pesa demasiado en las alas del PP. Y Puigdemont no quiere arriesgar el poder que le confieren sus siete escaños. No al menos mientras no sea firme la resolución del Constitucional sobre la ley de amnistía. O sea que el líder popular debería olvidarse de sus guiños a los separatistas catalanes y vascos, y buscar hacer una pinza real sobre las medidas económicas en el Congreso, como en el recorte de impuestos conseguido en diciembre, para socavar así la unidad del mal llamado bloque de investidura.

Puigdemont ha elegido seguir preso de sus propias contradicciones. El mundo que viene amenaza con complicar algunas de sus estrategias. Incluso la libertad de movimientos de la que sigue gozando con la evidente complicidad del Gobierno español, al menos por inacción. Su nueva amenaza suena tan hueca como las anteriores. Son tan irreales sus intenciones como las promesas de Sánchez de que las va a cumplir. 18 meses después de las últimas elecciones, la amnistía sigue pendiente de recibir el visto bueno del Constitucional. Y el del Tribunal de la UE. El catalán es oficial en el Congreso, pero sigue siendo una utopía en Bruselas. La transferencia de las competencias de inmigración choca con la Constitución —aunque eso a última hora tampoco sería un problema, que para eso está ya Conde Pumpido—. De la condonación de la deuda parece que tampoco hay avances, entre otras cosas, porque no hay Presupuestos... Puigdemont tragó con todas las promesas e hizo presidente a Sánchez. Ahora, aunque diga que no, se conformaría con una foto con el socialista en Waterloo. O en Ginebra. Como si su casa fuera la nueva capital de España.