La caja negra de la depresión

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

Javier Cebollada | EFE

19 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

En enero se celebra el día de la depresión. La depresión no tiene nada que ver con los objetivos que algunos se marcan al empezar un año. Aunque sí tiene mucho que ver con los objetivos. Con la ausencia total de objetivos. Cada depresión es un mundo, dicen. No faltan a la verdad. Todavía se estigmatiza esta enfermedad. Aún no se conoce ni se reconoce lo suficiente. Son pocos los que salen de la cama de la depresión. Los que la hacen pública. Lo primero, como en todos los conflictos, sean exteriores o interiores, es dar el paso. Dejar de decir «no puedo más» y abandonar la estrategia de autoengaño de seguir tirando hacia adelante o, mejor dicho, hacia atrás, con hábitos tóxicos. La escritora Espido Freire publicó De la melancolía, en la que narra cómo una depresión te frena en seco. En su caso, la señal de alarma que la alejaba del mundo era la angustia. Una angustia enorme que le impedía realizar las tareas más habituales. Nunca queremos ponernos ante el espejo, no vaya a ser que nos demos cuenta de que somos más lo que padecemos que lo que parecemos. No se puede generalizar. Pero la depresión te coloniza poco a poco. Las hay exógenas y endógenas. Terremotos emocionales que nos hunden por sucesos de la vida: rupturas, luto, despidos, enfermedades físicas dificultosas… Se denominan exógenas por los especialistas. También están las endógenas, que se nutren de uno mismo hasta dejarlo seco, sin razones ni motivos para seguir adelante. A veces pueden tener semilla genética. Las depresiones se parecen en la ausencia de ganas. O en la presencia de las peores ganas, de las ganas de ponernos a nosotros mismos zancadillas. Mucha gente cuenta que llega un día que no quieres levantarte más de la cama. Lo expreso mal. No es que no quieras. Es que no puedes. Y esa imposibilidad no se entiende en la sociedad que vivimos del trabajo, del ocio y del movimiento perpetuo. Un individuo que abandona sigue siendo un sospechoso, cuando no un vago o un apestado. Ojalá la mayoría entienda que existe una minoría que no para de aumentar y que no puede más. Que dice basta. La caja negra de la depresión es muy difícil de traducir. Los especialistas te ayudan con las medicaciones, que han mejorado mucho, y con los tratamientos y las terapias, que han avanzado un montón. Lo único que sigue igual es ese momento en el que la caja negra de depresión le dice a la caja negra de tu cerebro que no encuentras las ganas para abrir los ojos, para sentir, para acariciar o para dejarse acariciar. Aparece en cualquier etapa de la vida. No hay edadismo. Y tenemos conocimiento de ella desde tiempos inmemoriales. Pero siguen señalando a los deprimidos como tipos raros, con una falla, una falla enorme en su interior, una falla por la que te caes una y otra vez si no buscas ayuda profesional y personal. Hay que mejorar en empatía. La empatía con el deprimido suele consistir en una palmada en la espalda y un chiste sobre ti cuando no escuchas. No le deseo la depresión a nadie, tampoco a los que no la entienden, porque no se desea el mal. El corazón deja de sentir y la cabeza de razonar, y las consecuencias físicas son tantas que no les fatigo más. De la depresión se sale. «Hacer o morir», escribió Conrad.