
En la educación de los niños de los tiempos de Franco —que ahora está tan de moda— tuvo mucho que ver el cine. En el mío, el cine Equitativa, uno podía ver la Odisea, la conquista del Oeste, las guerras de Julio César o la batalla de Jartum. De esta última veo en mi Mac que hoy exactamente se cumplen 140 años y pienso que la historia es como el monstruo de las galletas, que con su bocaza abierta de par en par espera que el tiempo vaya pasando para irse tragando los acontecimientos, «los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa» de don Antonio, el profesor de Soria. En la historia africana se cuenta cómo el general Gordon está resistiendo el asedio del Mahdi, mientras los refuerzos de Kitchener no acababan de llegar. La historia real es que Kitchener llega doce años después, pero como dicen que dijo Mark Twain (pero nadie dice dónde), no dejes que la verdad te estropee una buena noticia. En el cine Equitativa, antes de la película, veíamos el NODO franquista, en lo que no dejaba de resultar un anticipo de lo que nos tiene preparado Pedro Sánchez. Comenzábamos a conmemorar el medio siglo de la muerte del general con el general todavía vivo (y pescando salmones). Nosotros, los niños del Equitativa, aprendimos a disparar con un revolver o un rifle Winchester, a descorchar con los dientes una botella de whisky y a clavar una espada en la barriga de un soldado pretoriano. Adquirimos entonces una educación que nos iba a ser muy útil para la vida que nos esperaba. La vida de hoy.