Será que me coge muy fuera o que me queda muy lejos Betty Misiego, o que la mejor Melodía que conocía hasta ahora es la seducción de Al Pacino y Ellen Barkin en aquel filme del 89, pero no acabo de pillarle el punto al Benidorm Fest. Lo intento con los ojos abiertos inyectados en tanto desparpajo, en tanto «cariño mío» de la presentadora Inés Hernand y no llego. No llego al chiste de que una se llama Mel Ömana y el otro J Kbello. No puedo con ese mejunje que les dice un año a las mujeres que se empoderen en el zorra y al siguiente las anima a ser divas domesticadas. Ahora somos divas que cambiamos pañales a la vez que nos subimos a un columpio para hacer piruetas con un mono ajustado.
Es todo tan desnortado que desorienta. Una desafina y otra hace play back en una competición en la que más es más. Y ahí sale Melody haciendo un triple salto, folklórica, imitando a Gloria Trevy con una fantasía cañí que asusta: peineta, sombrero, melena... Todo en una misma actuación para que no quede nada por decir ni por hacer, Melody como una mujer puedelotodo, excesiva, trabajadora, vital, aeróbica. Me cansa tanto verla que para cuando da el último grito mostrando su potencia de voz me compadezco de esa niña que a los 9 ya estaba en el escenario ganándose el pan. El Benidorm Fest es un shambhala. Yo me bajo.