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Los economistas solemos indicar que la relación laboral no es simétrica, esto es, siempre hay una parte, bien las personas empleadoras, bien las empleadas, que posee una mayor información o dispone de más poder para negociar. Esto siempre fue así, y por eso la normativa laboral es más proclive a la defensa de las personas trabajadoras.
En un momento en que las cifras de empleo han superado los máximos históricos y en donde la afiliación alcanza las cifras más altas de la reciente historia económica de España, creo que es necesario apostar por una mejora de las condiciones laborales de las personas trabajadoras. Lo sostengo porque es un argumento eficiente y equitativo. Permítanme señalarlo.
Lo primero, porque la economía nos dice que un trabajador que realice sus tareas más a gusto, por ejemplo, cuando no se alarga el tiempo de trabajo o cuando cobra un salario mayor, será mucho más productivo. En las últimas semanas se ha hablado mucho del problema del absentismo laboral en España, una realidad que exige un estudio pormenorizado de las causas de que alcance niveles tan elevados y que provoca importantes costes a la Seguridad Social y a las empresas. Pero también tenemos el inconveniente del presentismo, esto es, estar en el puesto de trabajo pero realizando el menor esfuerzo posible —o incluso sin hacer nada—, lo que también es un gran inconveniente.
Lo esperable es que, si la jornada laboral permite una mayor flexibilidad y/o se reduce el tiempo de trabajo, esto ayudará a compatibilizar la vida personal y familiar con el empleo. Además, lo de medir la aportación de una persona trabajadora en función únicamente del tiempo que está en su puesto, permítanme la licencia, es un argumento del Jurásico. Habría que medir otras cuestiones, como la productividad de la persona trabajadora o la aportación que realiza a la cuenta de resultados de la empresa. Creo que este es el camino. En un reciente estudio que realizamos para CC.OO. un grupo de investigadores del área de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social y del departamento de Economía Aplicada de la Universidade de Vigo, en materia de convenios colectivos, apostábamos precisamente por una mejora en las condiciones laborales, tanto a nivel retributivo como de naturaleza complementaria —compensaciones en especie— para aumentar la satisfacción de las personas trabajadoras. Un trabajador contento es una persona que rendirá más, hará sus tareas mucho mejor, y esto genera un claro beneficio para los empleadores.
En cuanto a la equidad, simplemente quiero apuntar que siempre que se han producido «recortes» en materia laboral el reparto ha sido, de nuevo, asimétrico, llevando las personas trabajadoras la peor parte de estos ajustes. Sinceramente, no creo que la reducción de la jornada de trabajo de las 40 a 37,5 horas a la semana y el aumento del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) en 50 euros sea mucho pedir. En la Unión Europea el tiempo de jornada bascula entre las 35 y las 40 horas, con una tendencia clara a su reducción. En cuanto a la necesidad de mejorar el SMI, es imprescindible para recuperar capacidad adquisitiva. Además, no se puede obviar que el consumo es el principal componente del PIB y una mejora en la capacidad de compra nos beneficia a todos. En resumen, ahora sí que toca mejorar, de verdad, las condiciones de trabajo.