
Limpieza étnica es, según el diccionario panhispánico del español jurídico, «el acto por el que se crea una zona étnicamente homogénea mediante el uso de la fuerza o la intimidación con el fin de eliminar de dicha área a las personas de otro grupo étnico o religioso». Esta misma obra señala que genocidio, desde el punto de vista penal, es el «delito consistente en dar muerte o agredir sistemáticamente a los miembros de un grupo nacional, étnico, racial o religioso o determinado por la discapacidad de sus integrantes, con el propósito de destruir total o parcialmente dicho grupo». Se entiende, por lo tanto, que la mera expulsión de un grupo no basta por sí sola para ser considerada genocidio.
Hoy que, tras las polémicas declaraciones de Trump tanto se habla de la posible limpieza étnica de los palestinos, conviene recordar otros acontecimientos que han tenido lugar en la región en el último siglo y cuyas heridas siguen abiertas y sin curar. Sin duda, el genocidio practicado contra los judíos por la Alemania nazi es difícilmente superable. Sin embargo, se suele obviar lo acontecido en Turquía entre 1915 y 1923 cuando se asesinaron a aproximadamente dos millones de armenios, y a un número indeterminado de asirios y griegos pónticos dentro de la política de homogeneización y limpieza étnica en los estertores del Imperio otomano. Turquía se ha negado de manera sistemática a reconocerlo, como tampoco acepta la responsabilidad por la campaña contra los kurdos iniciada en 1916 con las deportaciones de más de 700.000 personas que provocó la muerte de decenas de miles de ellos. También parece que ha caído en el olvido, no solo la campaña de Anfal entre 1987 y 1988, por la que el gobierno baazista de Irak, liderado por Sadam Huseín, asesinó a unos 182.000 kurdos, fundamentalmente gaseados, con pleno conocimiento de la comunidad internacional, que no hizo nada para impedirlo. Pero los muertos puede que lleguen al medio millón como consecuencia de las políticas de arabización desarrolladas a lo largo del siglo XX, sobre todo en las áreas donde los yacimientos petroleros son muy importantes y en las fronteras con Irán y Turquía. Las cifras de víctimas kurdas en Irán, Turquía y Siria derivadas de las campañas de asimilación se desconocen.
A la vista de los antecedentes, el futuro de los palestinos es cada vez más incierto en una región que es un gran cementerio olvidado donde los muertos se siguen acumulando, no se han aprendido las lecciones del pasado, y, sobre todo, todavía no se han ni reconocido ni reparado.