
Desayunábamos el pasado lunes con la crónica de un nuevo accidente múltiple —en el que se vieron implicados cuatro vehículos, con el resultado de siete personas heridas— provocado por la irrupción de un jabalí en la autopista AP-9, a la altura de Cambre. La noticia no es nueva. Recordemos que el mes pasado fueron seis los coches que colisionaron en cadena en la misma vía, esta vez en el ramal de Ferrol, en el vecino concello de Bergondo. Este tipo de titulares se repiten con tanta asiduidad que parece que nos hayamos acostumbrado a ellos al mismo ritmo que los jabalíes lo hacen a nuestra presencia; y no son normales, ni una cosa ni la otra… Entiendo que la caída de una rama de un árbol es un hecho fortuito, pero esto no.
Leo con estupor en las redes sociales comentarios de usuarios indignados por los kilómetros de retenciones, por haber llegado tarde a sus puestos de trabajo y/o quehaceres cotidianos, por la falta de información en las entradas de la autopista, e incluso porque se les cobrase el peaje de ese día. Pero ¿nadie se pregunta qué hacía un animal salvaje en medio de una autopista, que tiene que estar convenientemente vallada? Porque es obvio —y además hay cámaras que lo demuestran— que no entró por el peaje.
¿Qué pasaría si entre los vehículos implicados en estos accidentes hubiese una moto? Las consecuencias serían bien distintas, y muy probablemente a estas alturas estaríamos lamentando algún fallecimiento, porque además en las autopistas se circula a velocidades muy elevadas… por eso pagamos.
Las poblaciones de jabalí han experimentado un crecimiento exponencial en las últimas dos décadas, pero también las capturas de esta especie (como demuestra la tabla evolutiva que la Xunta tiene colgada en su página web); el período hábil de caza va, en condiciones normales, de agosto a febrero, aunque se autorizan batidas por daños fuera de estas fechas, incluso en los meses de mayor sensibilidad para la cría, de forma que se caza prácticamente durante todo el año. Es más, estamos en la enésima declaración de emergencia cinegética temporal en 260 ayuntamientos gallegos, que comprenden casi el 85 % de la superficie total de Galicia, hasta el próximo día 23.
La conclusión que yo extraigo a la vista de estos datos es que no vamos a conseguir atajar el problema simplemente aumentando la presión cinegética; ya lo comprobamos con las anteriores declaraciones de emergencia cinegética temporal en los años 2019, 2021 y 2023. Es necesario que todos los sectores que tienen competencias en la materia (Administración, cazadores, gestores, fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado) empiecen a trabajar coordinadamente para acometer las reformas normativas que sean necesarias para recuperar el control de la situación. Será tarea difícil pero, insisto, poco o nada tiene esto que ver con encontrarse un jabalí en medio de una autopista.
Lo que sí se debería exigir a Audasa es un mayor control de su autopista.