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Débiles democracias europeas
«No hay nada más imprudente que una risa imprudente», sentenció Cátulo, y eso se tradujo en desazón y un sentimiento de orfandad cuando he visto la foto de los líderes ( ¿? ) europeos reunidos en el Elíseo, ninguneados por Trump y por Putin, en lo que acabará siendo una derrota formal de las débiles democracias europeas a la hora de asegurar una paz digna para Ucrania, que se verá abocada, gracias a la ineficacia de sus «abogados defensores» (las sonrisas de Costa y Rutte estremecen, la media sonrisa de Sánchez ya nos es más familiar, y no por ello menos malévola) a ceder los territorios conquistados por Rusia desde el 2014. ¿Apostamos algo? Aquellos que nos «representan» siguen debatiendo cuánto gastar en defensa de los respectivos PIB de los miembros del «club de los 27», burócratas empecinados en reglamentarlo todo y en encerrarse en sí mismos cuando de los grandes desafíos más allá de nuestras débiles fronteras se trata. Y no me refiero exclusivamente al ámbito militar, que también, como vemos.
El progresivo debilitamiento de Europa, desde el ámbito educativo, la falta del sentido de identidad y pertenencia, la «cultura» igualitaria que desprecia el conocimiento, el mérito y el esfuerzo, el abandono de los más elementales valores éticos, y un largo etcétera nos han convertido en meros espectadores de los retos que se afrontan en los distintos escenarios que los fuertes, enseñando los dientes y negociando —ambas partes deben obtener rédito—, protagonizan, y me refiero a los EE.UU., China y Rusia. Mientras, nuestra clase política ya no es ni siquiera una «convidada de piedra», pues ni esa categoría alcanza. Es una simple observadora a distancia de lo que los fuertes deciden. Siempre con la cabeza gacha y con un sonrojo mal disimulado.
¿De verdad creemos que los once sonrientes sentados a la mesa (magnífica foto que publica La Voz) van a defendernos de cualquiera que amenace nuestras vidas e intereses? Apuesto, a poco que reflexionemos, a que la respuesta acertada es un «no» en mayúsculas.
Bruselas precisa un profundo cambio en sus políticas, y para ello son necesarios dirigentes comprometidos con el futuro de una Europa que deje de mirarse el ombligo. Tener de vecino a Putin es incómodo e «insostenible», pretender que Trump nos obsequie con un par de terrones de azúcar es estúpido, y si creemos que la sutil política comercial china redundará en nuestro beneficio es que somos más que ingenuos. José Manuel Rodríguez Mosquera. A Coruña.
Avaricia, inmobiliarias y aseguradoras
Encontré empleo. Tengo buenas sensaciones al respecto, me sentiría valorado, pero debo trasladarme a otra ciudad, a otra comunidad. No me importa empezar de nuevo en otro lugar; de hecho, estoy entusiasmado... Pero lo rechacé. No una, sino dos veces.
Ahora, estoy sin trabajo. Busco vivienda en alquiler. Un estudio amueblado de 35 metros cuadrados por 750 euros. No está mal la oferta considerando otras opciones. Como condición me piden un mes de fianza, dos meses de garantía, un mes al corriente por adelantado y un seguro de impago de alquiler. Algunas inmobiliarias exigen que lo pague el inquilino, otras el propietario y algunas lo dividen al 50 %. Para visitar el inmueble —lo que considero esencial porque será mi hogar—, es necesario superar un prescoring de la compañía aseguradora.
Además, el propietario impone restricciones: no admite mascotas ni niños. Aunque el estudio no es grande para vivir con mi mujer y mi hijo, el dueño solo acepta a una persona... y debe ser hombre.
Paso al siguiente inmueble. Este tiene dos habitaciones, 50 metros cuadrados. Me piden 700 euros y las mismas condiciones de pago. Sin embargo, solo se alquila a parejas, no a familias con niños.
Intento otra opción. No especificaré metros ni precio, pero esta vivienda admite familias. Llamo. Para visitarla es necesario demostrar solvencia y pasar el prescoring de la aseguradora. Me gusta, la quiero, la encontré. Pero no, no es tan fácil. Ahora hay que superar un cásting. Van a elegir entre los ocho interesados. Además, solo puedo alquilarlo hasta junio, porque en verano lo arriendan por semanas a un precio tres veces superior.
El cásting transcurrió de la siguiente manera:
—Contadnos algo sobre vosotros.
—¿Qué?
—Sí, a qué os dedicáis, vuestra edad, si tenéis hijos, si estáis casados o sois pareja, cuánto tiempo lleváis juntos, por qué os mudáis, de dónde venís, a qué se dedican vuestros padres...
Pero, ¿qué es esto? Existen preguntas que no estoy dispuesto a responder ante un desconocido. Creo en la discreción y la intimidad. Entiendo que el propietario desea garantizar el pago del alquiler. Si no pudiera afrontar el gasto, ni siquiera intentaría alquilar. Y si en tres meses mi situación cambiara, las garantías exigidas ya contemplan esa posibilidad. Solo quiero una vivienda donde vivir en la ciudad donde deseo trabajar.
Juan Carlos Fernández.