
Gene Hackman se le apagaron los focos. Su vida de cine se quedó a oscuras. Apareció muerto en su domicilio junto a su mujer y su perro. Se le había borrado la memoria y no pudo pedir ayuda tras el fallecimiento de su pareja. Con la mente nublada por el alzhéimer, se quedó rendido a esperar la visita de la dama de la guadaña. Un final cruel para un personaje brillante. Entre sus grandes interpretaciones me impactó la de Arde Mississippi (1988), un cuadro de la opresión y la violencia racista sureña. En ese filme dejó una de esas frases que nunca caducan, siempre son actuales, y más en estos tiempos: «Este país no está perdido porque unos pocos lo hagan mal, sino porque muchos miran y no hacen nada». Cuando el odio racial incendia la sociedad no hay agua suficiente para apagar el fuego. Es un cáncer que lo corrompe todo. La actualidad no existe, es la cara de la misma medalla dando vueltas en la historia. Lo escucho en la radio mientras veo las olas del mar de siempre arremetiendo contra los acantilados como llevan haciendo siglos. Omar Ouhdadi llegó a Tortosa cuando tenía un año de edad. Sus padres vinieron en busca de un futuro. El relato de superación de su familia es conmovedor. Omar juega en el Bergantiños. El domingo le llamaron «puto moro de mierda» en el estadio Adolfo Suárez. Un golpe directo al corazón de alguien que lucha limpiamente por un puesto en la vida. A Alioune Mane, del Fabril, le dio un ataque de ansiedad porque un rival del Rayo Cantabria solo supo pararlo llamándolo «mono». Hay gente que se equivoca de equipo. Ahora y siempre, los que eligen el de la violencia y el odio no tienen derecho a jugar.