
Son variadas las figuras retóricas que se han empleado en torno al Gobierno de coalición que rige (el verbo «regir» es una ironía) nuestros destinos. Metáfora, metonimia, símil, hipérbole o paradoja son algunas de las utilizadas por analistas, comentaristas y otros seres cautivos de la actualidad. Ha sido común, a lo largo de los últimos meses, leer comparaciones cáusticas entre el Gobierno y las películas de los hermanos Marx. Hoy en día los analistas y comentaristas ya se atreven con todo. Obviamente, es un exceso. No somos capaces de poner freno a nuestras ocurrencias. Además, debo decirlo, es una falta de elegancia comparar el camarote de aquellos hermanos, de apellido ilustre, con el Gobierno elegido por todos los españoles y españolas, compañeros y compañeras, demócratas de casi toda la vida. Digo «casi» porque de sobra sabemos que el dictador fallecido aún revuela como un fantasma los páramos ideológicos de la derecha, esos retrógrados (y retrógradas). España va mejor que nunca. Y va tan bien porque tenemos un Gobierno de coalición que se entiende. Incluso se reúnen Yolanda Díaz y Pedro Sánchez con cámaras, periodistas y alharacas mediáticas de los medios públicos (sucedió el martes once de marzo y volverá a suceder). Hemos llegado a la cúspide de nuestras aspiraciones: ¡el Gobierno se reúne consigo mismo! Ciertamente, no puede haber nada más progresista.
Llegados a este punto de altura democrática, económica y social, quiero referirme a aquellos que piensan que el camarote de los hermanos Marx se queda pequeño, minúsculo, ante el buen hacer de los que nos gobiernan. Tengo un amigo que cuando le van mal las cosas, y se pone triste, acude al televisor para ver Agárralo como puedas. Es una película veterana (1988) de David Zucker. El protagonista, Leslie Nielsen. No es una joya en la historia cinematográfica y, evidentemente, no se puede comparar con las obras maestras del maestro Almodóvar. Sin embargo, algo tiene que nos hace reír (me refiero a Agárralo como puedas, no al maestro). Yo antes no entendía a mi amigo, ahora lo entiendo. El humor absurdo de la película, delirante en ocasiones, lo consuela en sus aflicciones. Sus diálogos, desternillantes. Dice ella: «¿Te apetece tomar algo?, ¿una manzanilla?». Contesta él: «No, gracias, nunca tomo fruta». Alguna de sus frases, memorables, son la declaración de amor más ferviente: «Contigo he descubierto cosas que no sabía que existían. Los atardeceres, los paseos por la playa... los semáforos». A los que hablan mal de este Gobierno ejemplar, les recomiendo que vean este film memorable. Se les quitará la amargura que destilan en sus reflexiones. Y a los maledicentes que hablan de los hermanos Marx como símil de nuestro Ejecutivo, les recomiendo que cambien de película. Agárralo como puedas es el paradigma. El paradigma del absurdo, la insensatez y el disparate que vivimos (dicen los maledicentes) en esta España anestesiada.