La verdad de las margaritas

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

Salvador Illa, Pedro Sánchez y Fernando Simón en un encuentro en el mes de abril del 2020
Salvador Illa, Pedro Sánchez y Fernando Simón en un encuentro en el mes de abril del 2020 Moncloa | Europa Press

24 mar 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

A Albert Camus le gustaba el otoño. Decía que cada una de las hojas que caían era una flor. Ahora, que viene el tiempo de las flores, ya todo nos parece otoño. La decadencia moral que sufre España es, quizá, la mayor de las vividas (aunque sabemos que todas las decadencias se asemejan) desde hace cuatro décadas. ¿Nos la merecemos? Se vota en contra de los recuerdos. Y nuestros recuerdos han sido ásperos. Y en esa aspereza fundan sus mensajes el Gobierno de coalición y sus socios. A mí me harta que saquen una y otra vez a Franco de su sepultura. Me harta que el CIS, en contra de toda realidad, siga gastando nuestro dinero en encuestas falsas. Me harta que el PSOE no exista y ya solo exista el partido que Pedro Sánchez comanda. Lo ideal, en el concepto platónico del término, sería que en España se llegase a algún consenso entre los dos partidos que alcanzan más de catorce millones de votos. Lo ideal sería que partidos que sumados ni rozan los dos millones de votantes, en una población que ya supera los cuarenta y siete millones de habitantes, no condicionasen nuestro futuro. No es así. España está gobernada por siete diputados de Puigdemont, y siete de ERC, seis de Bildu y cinco del PNV. Es decir, España está gobernada por veinticinco diputados que no creen en España. Digamos veintiséis, aunque el diputado del BNG ya resulte innecesario en este contexto. Vivimos la etapa de mayor declive democrático desde 1978. Es la democracia al revés: los menos son los más, los menos diseñan y organizan nuestro futuro.

No me estoy poniendo pesimista. Es que el pesimismo es el único afán posible en la España de Sánchez y sus conmilitones. La cultura, de ellos. Los medios públicos de comunicación, de ellos. La esperanza, de ellos. Por el lado derecho la esperanza es como el otoño de Camus: caen las hojas y parece que son flores. Si yo fuese Feijoo, Mazón no sería mi presidente en Valencia (del PP) desde principios de noviembre del pasado año. Pero si yo fuese Feijoo, también afirmaría día tras día, y sin parar, que en todo el enjambre de malos gestores de la dana, Mazón es solo uno más. Y no me cansaría de repetir, ahora que se cumplen los cinco años del inicio de la pandemia, que la gestión de Sánchez fue penosa y falsa, que no había comité de expertos, que los informes de universidades americanas eran mentira, que aprovechó la desgracia de todos para ofrecer mítines en directo, que Fernando Simón fue un disparate, que en las residencias de mayores sufrimos heridas incurables e inolvidables (en Madrid y en toda España), pero que gracias a los presidentes autonómicos se pudo salir del desastre. Gracias a los presidentes autonómicos, reitero, y no gracias al ministro Illa o al presidente Sánchez. Algo falla en el PP, que no sabe decir esto. Tan sencillo. Quizá esta primavera, o en verano, el PP grite que dejen de pisar las flores. Las margaritas tienen más verdad que todo el Gobierno.