
La esclavitud es más dura cuando el amo es un potentado, se es más desgraciado cuando se es esclavo de un hombre rico [....] el amo que por ser rico no tiene ni idea de lo que es el trabajo y la fatiga, se figura que es posible todo lo que a uno se le antoja; [...] ni se parará a pensar si está bien o mal lo que manda». Quien así habla es nada más y nada menos que el dios Mercurio, al que Júpiter, el rey del cielo, le encargó convertirse en Sosias, siervo de Anfitrión, para que le facilite el acceso a la cama de la esposa de este, Alcumene, mientras el marido está en la guerra. Es pura ficción. Ocurre en una comedia de Plauto, un afamado escritor en la antigua Roma, pero bien podía decirse de los sufridores de las órdenes que emanan a diario de la corte de Washington. Ese señor rico que desde el despacho oval firma decretos como Malcolm McDowell hacía en la película Calígula. Este, cansado de recitar la retahíla oficial al sellar los documentos, la resumía mascullando la palabra «Roma». Una comedia negra de Tinto Brass de finales de los 70 de la que Trump y colegas podrían estar escribiendo sin saberlo el guion para un remake, pero del siglo XXI. Un día azora a Zelenski en la Casa Blanca, al otro grava con aranceles a los coches europeos, a la mañana siguiente impide a Repsol y otras petroleras exportar crudo de Venezuela... Bien coleguea y alaba a Putin como a la semana lo amenaza con gravámenes. No vuelan sobre la habitación de Trump los mirlos que llevaban los augurios a Calígula, pero estaría bien saber qué fuente inspira las excentricidades y el estado de ánimo del emperador yanqui para que mañana a mañana barrene la madriguera mundial.