Las redes, la profesión y Franzen

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

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06 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Jonathan Franzen es un escritor que todavía elabora novelas que aspiran a ser clásicos. Franzen lo logra. Y le encanta hacerlo a la manera tradicional. «Creo que pervive un público lector de este estilo de trabajo, como en otra época lo hacían Dickens o Balzac». Sus libros que tarda años en sacar han ido contando la estructura rota de las familias, la sociedad norteamericana en la que vive... Uno de sus títulos se llama Pureza y habla de internet y de medios. En una entrevista a La Vanguardia hace diez años contaba dos cosas sobre los gigantes de Internet y las redes y sobre el periodismo que, desde que dijo aquellas proféticas palabras, solo han ido a peor. Él pensaba que Google y Facebook podían comportarse como nuevos dictadores y aún no habían llegado Tik-Tok ni todo lo demás. Franzen respondía con la claridad del escritor relevante que era y es: «Ustedes los europeos a veces me causan placer cuando les paran los pies a estos gigantes. Estas empresas tienen una concepción mesiánica del mundo. No es tanto que nos quedemos sin privacidad, aún tenemos un montón, sino que se está extendiendo una cultura de la exhibición. Sacrificar la privacidad es algo voluntario. El gran tema no es que nos espíe el Gobierno sino que la gente se rinde a la hora de construir su identidad, y se suman a una confusión que hace imposible la libertad, aceptan vivir las cosas solo en fotografías que comparten en Facebook. Es un sistema enfermo. La gente, en vez de vivir las experiencias, hace fotos con el móvil para colgarlas, lo cuelgan todo, como si ya no tuvieran memoria propia, como si nada existiera si no lo ponen en esa memoria colectiva externa. El daño se lo inflige la gente a sí misma». La memoria clásica, con matices, convertida en un desperdicio. Rescato otra respuesta que estaba en aquella entrevista sobre el periodismo, sobre el motivo por el que hay que huir de los periódicos que no se sostienen en una tradición, en una empresa con trayectoria, en unos profesionales que responden si se equivocan. Franzen dice del periodismo: «Hay un peligro básico: la profesión se está destruyendo, lo que me provoca gran dolor. Los que se la están cargando son estas plataformas de internet que distribuyen los contenidos de la prensa sin pagar por ellos, mientras ellos se van enriqueciendo hasta límites indecentes. Y la calidad de los medios de comunicación es la garantía de nuestra democracia. Se elogia irresponsablemente a los medios de internet hechos por voluntarios o amateurs, y eso es el timo del siglo. Usted es periodista y sabe que la buena información cuesta dinero y tiempo. Que los buenos profesionales son los que llevan veinte años siguiendo un tema y pueden vivir bien de su trabajo». Exacto. Da en la diana. Igual que ahí fuera hay un público exigente que desea leer despacio una novela de Franzen de setecientas páginas, también hay lectores que demandan que los periódicos se hagan con las manos y con la mente sabiendo lo máximo posible de aquello que estás hablando. Que vuelva la artesanía. El cariño y el roce del tiempo. A la ficción, a la información.