Inteligencia, generaciones y «Adolescencia»

OPINIÓN

Esto va de dos asuntos conectados. El primero. Un investigador neozelandés/estadounidense llamado James Robert Flyn dedicó gran parte de su vida a fenómenos relacionados con la inteligencia. Más concretamente, pasará a la historia por haber puesto de manifiesto que, desde inicios del siglo XX hasta pasados los años ochenta, cada generación fue un poquito más inteligente que la anterior (cada hornada puntuaba entre 5 y 7 puntos más en la escala estándar de evaluación del coeficiente intelectual / CI). Y se llamó a tal constatación «el efecto Flyn». Se suponía que la disminución de la pobreza, las mejoras nutricionales, la mayor riqueza estimular, los progresos de los sistemas educativos, los niveles de alfabetización sin precedentes serían las causas probables de esta buena noticia. Se había instalado, pues, una ola de «optimismo evolutivo» acerca del devenir de las capacidades cognitivas de nuestra especie. Pero, miren por donde, recientes estudios han obtenido resultados no esperados: en algunos pareció que ese progreso se había estancado en las últimas generaciones. Y, peor, en otros se encontró que la puntuación promedio global ¡estaba descendiendo! A esto se le bautizó, sin mayor originalidad, «efecto Flyn inverso». La prestigiosa revista Intelligence ha publicado la mayor parte de los trabajos académicos sobre este asunto.
Es importante ser un poco más precisos para justificar lo que diré a continuación. El retroceso se produce específicamente en tareas de razonamiento abstracto, capacidad lógico/matemática, análisis crítico, producción y comprensión verbal. Y, en términos estadísticos, el grupo muestral donde ese retroceso es más notable es el de sujetos entre los 18 y los 22 años: justo al terminar el surfeo de su adolescencia. Curiosamente, mejoran las puntuaciones en un solo factor: rotación de imágenes tridimensionales, destrezas visoespaciales.
No me parece casualidad que todas las capacidades afectadas por el pantallismo actual se deterioren, excepto aquella habilidad especifica que la propia pantalla estimula y demanda. Claro que las pantallas no poseen de suyo maldad intrínseca alguna. Pero si se convierten, como a menudo ocurre, en el nutriente intelectual básico, apañados vamos. Sobre todo, si esa maravillosa ventana al mundo que es internet nos asoma más que a nada a ese estercolero intelectual en el que se han convertido muchas redes sociales. Porquería efectista, desparramada en frases cortas de letras y largas de ideas podridas.
Y eso me lleva al segundo asunto de marras. No me gustan las series de temas desagradables. Sobra con el mundo real. Pero fueron tantos los elogios que sucumbí y me puse a ver, escéptico, Adolescencia, esa producción británica de la que tanto se habla. Bienvenida sea la derrota de mi terquedad. Ese crío que mata a esa cría, que se siente una piltrafa porque no resulta atractivo a sus compañeras, que se cree feo e incapaz para atraerlas (movimiento de «célibes involuntarios»/Incel), esa formación reactiva ante ese supuesto rechazo, misoginia a tope (en redes, la manosfera, el feminismo como enemigo a batir), el malestar que ensancha el desprecio, ampliándolo a todo quisque (misantropía); todo ello, y todo junto, componen una sencilla obra maestra acerca del mundo interior de muchos de nuestros chicos de hoy.
En la soledad de su cuarto, ordenador/móvil mediante, se cocinó un guiso con muchos ingredientes, pero un solo sabor: a odio y resentimiento. Las redes, la soledad, la toxicidad a chorro que inunda su colegio, la presión para ser lo que no se es, no arrasarán solo con el efecto Flyn. Lo harán con cualquier vestigio de inteligencia, en el mejor de sus sentidos: la que nos hace un pelín más sabios cuanto más humanos y bondadosos. Tan humanos como esa culpa que brota a chorros de los húmedos ojos de sus padres. La culpa genera neurosis, sí, a veces. Pero es aquello que más nos diferencia de los chimpancés. Ahí está la esperanza; en esas lágrimas y en su hija, a quien el «efecto Flyn inverso» no parece ni haberla rozado. Que ella sea el modelo. Para ellos y ellas. Ojalá.