
He aquí al emérito de los que iban a tomar los cielos al asalto, de Errejón a Monedero. Pablo Iglesias, telepredicador y hostelero, ora dando lecciones al mundo, ora dando cera a Yolanda Díaz, lideresa de Sumar, alias Restar. La irrupción de Iglesias se produce dos días después de que Ione Belarra, la del gracejo de los gallegos, resolviese con democrático dedo la sucesión en este singular reino fallido: Podemos ya no tiene tierras fuera de una taberna, y de vasallos anda bastante huérfano. Pero le queda Irene Montero, lo cual quiere decir que, de carambola, ejem, el emérito será también consorte. Como para que luego anden echando pestes de las monarquías. Pablo posa delante del local de tapas donde va a hablar de su libro, bajo una fachada cuyos azulejos sugieren que antes ahí hubo una peluquería. Esas paredes, cuántas coletas habrán visto rodar. Pablo Iglesias. Su reino por un foco. Jugando a Juego de tronos cuando ya ni quedan tronos por los que jugar.