
Galicia es la tercera comunidad autónoma española con menos nacimientos, después de Canarias y Asturias. Su tasa de fecundidad es de las más bajas: apenas alcanza el 1 %. Cuando este coeficiente es inferior al 2,1 %, se pierde población y no hay «generación de reemplazo».
Según se ha publicado, la curva demográfica en caída no se debe tanto a un rechazo a la maternidad como a las condiciones socioeconómicas. El aspecto económico es la razón aducida por gran parte de las parejas en edad fértil: el 26 % de la población no tiene hijos o solo tiene uno por razones laborales y de imposible conciliación.
En mi pueblo, con setenta habitantes en invierno, no ha nacido ningún niño en los últimos cinco años; el último fue Emilio. Por supuesto que ha disfrutado con otros niños en el colegio y en la guardería, pero al final todos podemos imaginar el esfuerzo adicional que supone para las familias el que un niño no tenga nadie con quien jugar en su entorno inmediato.
Ahora, repentinamente, han nacido en el pueblo cinco pequeños casi simultáneamente; una especie de conjura reunió a Antonio, Martín, Enzo, Marco y Nicolás que decidieron nacer a la vez para poder jugar juntos: yo lo llamo la conjura de los nietos. Los abuelos todavía son jóvenes y nuestros padres tienen trabajo, debieron pensar, o nacemos ahora todos juntos o jugaremos solos. Y así fue.
Excluida la casualidad para explicar esta explosión demográfica, hay quien especula que esta simultaneidad en los nacimientos se debe a que se hayan puesto de acuerdo a través del ecógrafo o al hecho relevante de que madres y padres tengan trabajo estable y a la posibilidad de que los abuelos, todavía jóvenes, les puedan ayudar debido a su edad.
Solo tienen unos meses, pero se ve ya algún que otro atasco de cochecitos y yo, que no soy nada niñero, reconozco que dan alegría a un pueblo que hace más de una década perdió la escuela por falta de niños. Los abuelos comentan las incidencias de sus nietos con una sonrisa solo alterada por alguna que otra noche sin dormir.
Les parecerá un tema local, y obviamente lo es, pero las pequeñas cosas a veces nos indican el camino. La escuela del pueblo pasó de tener más de un centenar de alumnos durante años a desaparecer. Está claro que no hay mejor política de apoyo a la natalidad que un empleo y un sueldo dignos, la posibilidad de acceder a la vivienda a un precio razonable y una política de ayudas que faciliten la conciliación.
Ahora tengo que dejarles. Voy a ver una carrera de cochecitos de bebé que no se celebraba en el pueblo desde el siglo pasado, eso no me lo pierdo.