El fin del imperialismo yanqui

Claudia Luna Palencia
Claudia Luna Palencia PERIODISTA MEXICANA ESPECIALIZADA EN ECONOMÍA, DIRECTORA DE «CONEXIÓN HISPANOAMÉRICA»

OPINIÓN

JIM LO SCALZO | EFE

17 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

No hay mal que dure cien años, ni imperio infalible. Y Estados Unidos, gobernado por Donald Trump, junto con un grupo de oligarcas, va camino de experimentar una mayor debilidad en menoscabo de la economía norteamericana y de su influencia geopolítica y geoeconómica en el mundo. De hecho, hay varios expertos que comparan el declive norteamericano con la forma en que menguó el Imperio Romano de Occidente, cuya caída sucedió el 4 de septiembre del año 476, cuando el general bárbaro Odoacro derrotó y mató a Orestes y depuso al emperador Rómulo Augusto.

Ese fue el punto final de la caída de Roma, como poder hegemónico, en una amplia área de influencia y de actuación que incluyó no solo Europa, también África y Oriente Próximo. Durante todo un siglo se erigió una civilización basada en los valores de Roma. Pero su declive fue resultado de un proceso complejo impulsado por una combinación de factores: económicos, financieros, políticos, militares y sociales, junto con invasiones bárbaras externas. También por una creciente corrupción de sus líderes políticos y toda una trama llena de traiciones rodeada de ambiciones. Además fue perdiendo territorios e influencia, mientras su moneda padecía una menor confianza y la caída en los ingresos afectaron a sus gastos y presupuestos; de esta manera, financiar sus campañas militares fue cada vez más costoso, y las deudas crecieron considerablemente.

Bajo estas consideraciones y haciendo un paralelismo con la hegemonía norteamericana resultante de la Segunda Guerra Mundial, la gran pregunta es si las políticas arancelarias de castigo impuestas por Trump a terceros países, más su obcecada visión unilateral a que Estados Unidos dé un paso atrás en el renglón del multilateralismo y de sus tradicionales áreas de influencia, aunado a un mal manejo de la economía norteamericana, terminarán acelerando la caída de la supremacía estadounidense.

Trump no pretende el colapso, sino todo lo contrario, hacer frente a China y frenar su consolidación como la nueva potencia. Sin embargo, sus decisiones van camino de provocar justamente que Estados Unidos tenga una economía más pequeña, menos productiva, menos competitiva y que la política de soft power aplicada por China con su Nueva Ruta de la Seda sea muy bienvenida en todos aquellos países a los que el republicano está castigando con aranceles y maltratando con amenazas. Allá donde Estados Unidos dé un paso atrás irá Pekín a ocupar el sitio. Los problemas de Estados Unidos son acuciantes, no es algo gestado de forma inmediata; en buena medida son resultado de su economía de guerra, se trata del principal financiador de invasiones y guerras civiles después de la Segunda Guerra Mundial.

Los atentados terroristas del 11-S, perpetrados por una célula de Al Qaida, marcaron un punto de inflexión en el que China irrumpió con fuerza tras su ingreso en la Organización Mundial del Comercio, apenas tres meses después de tan lamentables sucesos. Y mientras China despuntaba, la economía norteamericana se ha visto atrapada en problemas de deuda, favoreciendo el desequilibrio presupuestario e incrementando su vulnerabilidad hacia los déficits gemelos, que son tanto presupuestarios como comerciales.

De forma dañina, la economía norteamericana está atrapada en un círculo vicioso y encima, a nadie le quepa duda, los aranceles trumpistas serán muy contraproducentes y acelerarán el declive del dominio estadounidense. Su imperialismo caerá mucho antes que el Romano.