
Los aerogeneradores que divisamos en las cumbres son instrumentos que convierten el viento en electricidad limpia, propia y renovable. Por eso los molinos eólicos son el testigo visible de la evolución a energías verdes. Integrados por una torre y tres aspas de color blanco, su implantación en el territorio se hace con sumo cuidado y respeto por la naturaleza. Hasta llegar al inicio de las obras hay una larga tramitación previa en cuanto a permisos y licencias, además de la imprescindible declaración de impacto ambiental. Y no solo eso, ya que es necesario un acuerdo con el concello y los propietarios de los montes para que el parque eólico se pueda establecer allí. Galicia ha sido pionera en esta tecnología que nos acompaña desde hace más de treinta años. Estamos asentados en un tercio de los ayuntamientos, donde convivimos en armonía con los vecinos y el territorio, favoreciendo las economías locales. No olvidemos que la construcción de cualquier parque implica abrir accesos, limpiar el monte y acondicionar toda la zona, donde en ocasiones se hacen miradores y áreas recreativas. No pocas veces, el recinto incluye cortafuegos. Hace un par de años fueron esenciales en los grandes incendios forestales de A Mariña lucense.
No podemos separar el rico contexto que rodea un parque eólico para simplificarlo en su apariencia. Como es absurdo verlos sin mirar lo que hay detrás y delante. Porque su función es producir energía limpia a partir de un recurso de calidad, que redunda directamente en nuestra autosuficiencia energética y baja el precio de la luz. No podemos tener una visión reduccionista basada en la estética, cuando Galicia tiene una dependencia superior al 60 % de combustibles fósiles, contaminantes y perjudiciales para la salud. No podemos ser tan miopes cuando tenemos una enfermedad que podemos curar. No podemos ser tan regresivos cuando los molinos conviven con vacas, caballos, ovejas y con los cultivos agrarios. No podemos quedarnos en la escena cuando el 72 % del territorio gallego está protegido. No podemos… ahora que empiezan las repotenciaciones, lo que supone sustituir seis o siete máquinas por solo una nueva; más grande, sí, pero más eficiente también, convirtiendo espacios de 50 o 60 molinos en parques de 8 o 10.
La presencia de aerogeneradores responde a una necesidad urgente: combatir el cambio climático y avanzar hacia un modelo energético más sostenible. Tampoco podemos entender la emergencia climática como algo a largo plazo, que no nos incumbe ni afecta. Nada más lejos de la realidad. Llevamos años padeciendo fenómenos naturales violentos, catástrofes que se llevan vidas por delante. No olvidemos la dramática dana de Valencia. Pero también en Galicia tenemos hoy oscilaciones continuas de temperaturas y estaciones del año que tienden a desaparecer. Y ya no hablemos de la debacle industrial que ha supuesto para Galicia la maraña judicial. No vivamos en una burbuja y no confundamos lo superficial con lo importante. ¡La energía eólica es como un iceberg, es mucho más de lo que se ve!