
Azul cobalto, azul Ibáñez, azul Isaac, es el color especial que despeja la bruma que empaña Sargadelos, el laboratorio de formas que con Cerámicas do Castro puso las señas de modernidad en el norte mas al norte de Galicia para el mundo.
Dejé pasar algún tiempo antes de escribir este artículo. Esperé a que las aguas del intenso oleaje se calmaran y se despejaran los oscuros presagios que cuestionaban la supervivencia del complejo cerámico de Cervo y decidían una muerte sorpresivamente anunciada. Ahora es el momento de poner el punto sobre las íes, cuando el empresario parece anunciar la continuidad de Sargadelos.
Aunque suene a demagogia subrayar que Sargadelos «e noso», decir que es de todos los gallegos no deja de ser una afirmación ambigua. Tiene un propietario que es un empresario mariñán de hostelería, mitad periodista y mitad economista, que, acosado por el intervencionismo burocrático de inspecciones sancionadoras, decidió tirar la toalla y decretar el cierre de un símbolo señero de la Galicia que soñamos.
La misma que soñaron Isaac Díaz Pardo y Luis Seoane, rehabilitando de alguna manera el sueño ilustrado de Ibáñez, que puso la primera piedra de una industria que consolidó la estructura productiva del norte de Lugo.
Fue en 1964 cuando se anunció la construcción de la nueva cerámica, tras tres etapas anteriores en un complejo industrial que llegó a tener mil empleados y fabricar cañones en sus altos hornos, además de difundir el norteño color azul cobalto como símbolo identificador de la cerámica elaborada con maestría.
En 1970 se inauguró la planta circular que dos años después será declarada Bien de Interés Cultural. Al azul cobalto se sumaba el rojo, y los tonos ocres y dorados, y a los viejos Mambrús de las anteriores etapas se añadieron las jarras de personajes del universo literario y las series de la fauna gallega con pájaros y toda suerte de animales de nuestros bosques.
Desde entonces no hay familia gallega que no tenga en su mesa de los días grandes una vajilla de Sargadelos, o un par de figuras decorativas; no hay boda que no integre en su lista algún regalo de esa cerámica, no hay gallego de la diáspora que no disponga en su hogar de un objeto salido de la factoría de Cervo.
Sargadelos es Galicia y Galicia sin excepción está orgullosa de Sargadelos, santo y seña de un país cabal. Yo me considero vecino de ese lugar rico en aguas, mágico e ilustrado, al que deseo larga vida. Es azul Isaac, como la mar, como el cielo.