
Koeman pensó lo peor, cuando España no alineó como titular a Pedri, en el partido de Valencia. No entendió nada. Se dijo: cómo no ponen al mejor. El Barça jugó con el peligro el martes cuando Flick decidió no incluirlo en el once en Dortmund. Pedri no es de este mundo. Somos un país con suerte. El Barcelona no detiene su maná. Pedri es la evolución 5.0 de mezclar a Xavi con Iniesta y encima ponerle la capacidad para recuperar balones de Busquets. Algo inaudito. Su fútbol no tiene una explicación. Hace ruletas como Iniesta entre tres jugadores. Pone pelotas en huecos que solo él ve, como Xavi. Estira siempre un poco el césped donde parecía que no cabía nada más. Y encima utiliza ese gancho para frenar el avance del rival, ese garfio, ese imán, sin tener las piernas largas de Busquets. Es un jugador con chistera. Si jugase al fútbol americano sería el quarterback, el mariscal de campo, el tipo que dirige el fuego de ataque. Encima, su aspecto es tan peculiar. Luce la palidez de Iniesta, casi vampírico. Pero es un submarino en el campo. Casi nunca lo detectan. Aparece cuando creías que no estaba. Te roba la pelota, se gira como una peonza y se la pone rápida en la banda para el rayo de Balde, o cambia el juego y se la echa a la gacela que es Yamal. O la acaricia y deja solo entre los centrales al veterano Lewandowski, que tiene que estar flipando. Un veterano de mil guerras que resucita para el gol gracias a un crío como Pedri y los balones que se saca de las mangas de la camiseta. Tampoco es fuerte. Es como un conjunto de huesos, delgado, menudo, pero letal. Conozco a hinchas del Madrid que ven al Barça por Pedri. Con el morro torcido, pero catadores de caviar. En su día les pasó con Iniesta. Es que este chaval tiene una picardía natural. Dicen los expertos que entiende el juego como nadie. Ve el siguiente pase cuando los demás están pensando en el peinado, en la lluvia, en los tacos de la bota. Pedri es patrimonio nacional. Ojalá le respeten las lesiones. Que los carnívoros que provocan lesiones no lo arruinen para que podamos disfrutarlo mucho en el Barça y en la selección. Flick, que es un genio, quiere que Pedri saque el gol que lleva dentro. Tiene más gol del que está logrando. Dentro del área, muchas veces podría convertir él mismo sin dar otra asistencia genial. Pero Pedri es generoso en todo. En el esfuerzo. Y en el reparto. Debería de protagonizar una campaña de Correos para reflotar la compañía. O una de Renfe para recuperar la puntualidad. Pedri siempre aparece puntual cuando se le necesita. Es alucinante la evolución de vértigo que ha tenido. Pasó de salir unos minutos a ser el compás, el origen del fútbol, el lugar donde pasan las jugadas peligrosas para el rival. Los árbitros deben protegerlo. A estos jugadores hay que mimarlos o nos los desgracian a patadas. Golpear a Pedri es como arrojar ácido al cuadro de la Gioconda, como asaltar un museo. Es una obra de arte sobre el césped. El chaval de la chistera y de las piernas inquietas de Fred Astaire. Parece que juega con varios balones cuando baila al adversario, como cuando un trilero usa varias barajas. Pero Pedri no hace trampas, es solo la marca del talento. El corazón sano del fútbol.