Lecciones del superapagón

Carlos Sánchez-Tembleque Ponte PROFESOR DE LA ESCUELA UNIVERSITARIA DE RELACIONES LABORALES DE LA UNIVERSIDADE DA CORUÑA

OPINIÓN

YAHYA ARHAB | EFE

03 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

El martes pasado, el diario económico británico Financial Times comentaba a toda plana en primera página que el gran apagón de la península ibérica del día anterior ensombrecía los grandes logros de España materia de energías renovables, sembrando dudas sobre la capacidad de nuestras redes eléctricas para satisfacer este enorme despliegue de eólica y fotovoltaica, así como la demanda futura.

El sistema eléctrico español está controlado por el Gobierno de forma incluso superior que la que lo hace con su sistema financiero: si los bancos están regulados y supervisados por el Banco de España, la distribución y generación de energía eléctrica la regula y supervisa Red Eléctrica y el Ejecutivo. Red Eléctrica es una empresa privada, pero su accionista mayoritario es el Gobierno: su presidenta, Beatriz Corredor, fue nombrada en el 2020 por este.

En consecuencia, está claro que gran parte del desastre del lunes fue responsabilidad de Red Eléctrica y del Gobierno. Red Eléctrica es responsable del transporte de la energía de alta tensión (es propietaria de las líneas) y establece cómo debe ser el mix de energía renovable/no renovable. La parte legislativa para la regulación del sector eléctrico corresponde al Gobierno a través de su Ministerio para la Transición Ecológica. Pero, ojo, esto no disculpa del todo a las empresas eléctricas de su parte de responsabilidad por el mantenimiento de las líneas de baja y media tensión, que tampoco debe de ser óptimo.

Dicho esto, en absoluto hay que caer en el pesimismo. España tiene petróleo en el sol y en el viento, un petróleo limpio y de futuro, algo que muy pocos tienen y que ha permitido un alto nivel de generación de luz a través de energías renovables y, a su vez, que los precios de la energía en España sean ya bajos frente a los de nuestros competidores. Pero el desastre del lunes nos tiene que valer para ponernos las pilas y aprender.

La primera enseñanza es evitar a toda costa que esto vuelva a suceder, gestionando de otra manera ese mix energético renovable/no renovable: si parte de la generación renovable se cae de la red, no puede arrastrar a todo el sistema.

La segunda es invertir más en nuestra red de transporte y distribución de energía para prepararla para ese futuro tan prometedor en un país con una enorme fortaleza y oportunidad en el sol y el viento. Además, también tendrán mayor peso los coches eléctricos: la inversión en suministro, transporte y distribución de energía eléctrica tiene que aumentar en progresión geométrica.

Y a Galicia la eólica le afecta de lleno. Las plantas eólicas del futuro serán mayoritariamente marinas. La producción actual y futura sitúan a Galicia como una base europea para refinar combustibles verdes como hidrógeno o metanol: habrá mucha creación de riqueza y empleo.

Los efectos económicos de la debacle del lunes han sido enormes. El Gobierno lo cifra en 800 millones de euros, la patronal lo aumenta hasta el 0,1 % del PIB, 1.600 millones. Pero el efecto quedará diluido, incluso puede ser positivo si aprendemos la lección.