
Los primeros cien días de la segunda etapa de Donald Trump en la Casa Blanca, que se iniciaron el pasado 20 de enero, ofrecen un balance ilustrativo de su gestión con 142 decretos firmados, que superan en número los suscritos en tan poco tiempo por cada uno de los anteriores presidentes estadounidenses. Sus lemas de «Promesas hechas, promesas cumplidas» y «Estados Unidos primero» se han traducido en «programas de cambios» no siempre previsibles o esperados.
Las ansias expansionistas de EE.UU. en Groenlandia o en Canadá, entre otras referencias espaciales, y las deportaciones de inmigrantes se han convertido en objetivos en marcha. En el ámbito internacional, han sido Israel y Ucrania quienes más han llamado la atención de Trump. Su amistad con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, está detrás de muchos comportamientos de Israel en la actual guerra en la Franja de Gaza. Y el presidente del Líbano ha reclamado en vano que Washington «presione» a Israel para que se retire de su territorio.
Respecto de la invasión rusa de Ucrania, iniciada hace tres años, Trump ha propuesto «una mediación», con el propósito de lograr un acuerdo capaz de terminar con el conflicto. La realidad, sin embargo, es que ningún acuerdo ha sido concluyente, con Rusia manteniendo su invasión y Ucrania resistiendo heroicamente. En este conflicto, Trump ya reconoció que Crimea «se va a quedar en Rusia» y que la causa de la actual guerra estuvo en que los mandos ucranianos habían proclamado su propósito de «incorporarse a la OTAN», lo que equivaldría a formar parte de Europa. En este sentido, el presidente de EE.UU. ha manifestado que esta fue la verdadera causa de la invasión rusa en territorios ucranianos.