Las emergencias cierran escuelas, la política cierra los ojos

tatiana sáenz COORDINADORA DE LA COALICIÓN GALLEGA DE LA CAMPAÑA MUNDIAL POR LA EDUCACIÓN

OPINIÓN

Una niña palestina va caminando al colegio, en agosto del 2020
Una niña palestina va caminando al colegio, en agosto del 2020 MOHAMMED SABER | EFE

05 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

El 29 de abril, más de 110 estudiantes de toda Galicia iban a tomar simbólicamente el Parlamento gallego. Ocuparían los escaños y el estrado para recordar algo tan esencial como urgente: que en tiempos de crisis, la educación no puede esperar.

En un mundo azotado por guerras, desplazamientos forzados y crisis climáticas, la escuela se convierte, paradójicamente, en un lugar de resistencia. Mientras los conflictos destruyen hogares y dividen familias, mientras el agua arrasa con comunidades enteras o las bombas caen sobre zonas urbanas, la posibilidad de asistir a clase se desvanece para millones de niños.

En el 2024, 242 millones de estudiantes de 85 países vivieron crisis climáticas, siendo las niñas las más afectadas por los cierres de escuelas y la inseguridad. En Pakistán, se perdieron 107 días escolares (el 54 % del año académico) por desastres climáticos. En Gaza, la guerra ha impedido la asistencia del alumnado a clases por más de un año y más del 90 % de las escuelas están dañadas parcial o totalmente. En Níger, el 42 % del alumnado está fuera de la escuela por conflicto, desastres y desplazamiento. Las escuelas son cada vez más blanco de ataques. Entre el 2022 y el 2023, los atentados contra la educación aumentaron casi un 20 %.

Las inundaciones del 2024 también retrasaron el inicio de clases, afectando a casi 4 millones de estudiantes. Esto lo hemos sentido más cerca, aquí mismo, cuando la dana obligó a cerrar decenas de escuelas en Valencia y más de 40.000 estudiantes vieron suspendida su rutina educativa. La educación se interrumpe con facilidad, pero su ausencia deja cicatrices profundas. Sin escuela no hay infancia, no hay protección, no hay futuro.

Sin embargo, la educación en emergencias sigue siendo ignorada en la política. De toda la ayuda humanitaria internacional, menos del 3 % se destina a garantizar este derecho. Desde la Campaña Mundial por la Educación (CME) exigimos que, como mínimo, el 10 % de esos fondos se dediquen a garantizar la educación en emergencias. Que se invierta en infraestructuras seguras, en salud mental, en formación docente. Que se construyan sistemas educativos resilientes, que acojan a quienes huyen, a quienes han perdido su hogar y su infancia.

Este año, la Semana de Acción Mundial por la Educación lleva por lema La educación salva vidas. Y no es una metáfora. Los partidos representados (PP, BNG, PSdeG y DO) tienen una oportunidad clara de comprometerse. ¿Van a seguir permitiendo que la educación siga al final de la cola en las respuestas de emergencia? ¿O van a actuar para que, también desde Galicia, se impulse una cooperación más justa y centrada en los derechos humanos?

La seguridad no se construye solo con presupuestos militares. También se construye con libros, maestras, pizarras, vínculos y confianza. En medio de la incertidumbre, la educación es lo que permanece. Y cuando todo se tambalea, la escuela puede ser, literalmente, la diferencia entre perderse y resistir. Entre el olvido y la esperanza.