Xelmírez

Xosé Ameixeiras
Xosé Ameixeiras ARA SOLIS

OPINIÓN

MARTINA MISER

06 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Navegan en un mar abierto. Como el que se puede ver en Vilán un día de temporal. Dicen eso sobre el cónclave para elegir al nuevo obispo de Roma y cabeza de la Iglesia católica. Los cardenales se apostarán mañana frente a las musculadas imágenes del Juicio Final de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina para decidir quién ocupará la cátedra de san Pedro. Un proceso y un ritual cargado con el peso de los siglos y del que está pendiente media humanidad, crédula o incrédula. Aunque el desnortado sheriff se lo ha tomado a mofa difundiendo una imagen suya disfrazado de papa. Los machotes de barrio nunca son conscientes de la trascendencia de sus actitudes ni la de las tradiciones. Los líderes de la Iglesia siempre han tenido un peso capital en la historia, para bien o para mal. En nuestra tierra tuvimos un ejemplo determinante: Xelmírez. No sé a qué esperan las grandes productoras. Es un personaje de película, o de serie, magníficamente retratado en la novela histórica de Rodrigo Costoya O século do milagre. «O único triunfo eterno é o triunfo do relato», escribe el autor sobre la gran conquista del arzobispo, a la que Compostela debe lo que es actualmente. Convirtió en arzobispado un burgo modesto, a costa de Mérida; levantó la catedral más majestuosa del mundo, coronó reyes, intervino en el nombramiento de papas, ordenó escribir códices inigualables y puso a Europa a caminar y su destino quedó a la altura de Roma o Jerusalén. Casi un milenio después nadie pudo apagar la luz de un mito. La pena es que en las novelas de Costoya los buenos siempre se mueren al final. Es el designio de la vida misma.