Renfe, un paso pero insuficiente

M.ª Carmen González Castro
M.ª carmen gonzález VUELTA Y VUELTA

OPINIÓN

Oscar Vázquez

15 may 2025 . Actualizado a las 12:32 h.

En qué cabeza cabe que en el año 2025 no sea posible comprar un billete de tren a más de dos semanas vista? ¿En qué cabeza cabe que un gallego no pueda planificar sus vacaciones o cualquier desplazamiento a Madrid contando con el tren, sobre todo cuando tenemos la infraestructura y con todo lo que presumimos de alta velocidad? Pues en la de Renfe.

Solo después de miles de quejas de los ciudadanos, y de muchas informaciones publicadas, los gallegos han conseguido poder comprar billetes a cuatro meses vista. Y como si el Ministerio de Transportes quisiera compensar estas injusticias, la apertura de la ventanilla ha venido acompañada de una mejora en el número de conexiones entre Galicia y la capital y en una cierta rebaja de los tiempos de los trayectos. Es un paso, pero no es suficiente.

Sigue resultando de difícil comprensión que en otras comunidades se pueda reservar para viajar en fin de año o que en Galicia podamos planificar un desplazamiento en avión a Madrid para el puente del Pilar, para el de la Constitución o para las Navidades, pero no podamos hacer los mismo con el tren.

La del tren con Galicia parece una historia de desamor interminable. Si en el año 1992 se estrenaba la alta velocidad en España, entre Madrid y Sevilla, Galicia tuvo que esperar décadas. Hubo incluso que sufrir una hecatombe ecologista —la de un petrolero a la deriva lanzando una marea negra— para que en Madrid decidiesen que era el momento de ir planificando un buen tren que nos conectase con la meseta.

Y aún hubo que esperar otros veinte años desde el Prestige para ver cumplida la promesa con la salida desde Chamartín del primer AVE con destino a Ourense, y solo hasta Ourense. El resto del trayecto fue un apaño. Y como buena historia de desamor, estos cuatro años que siguieron a esa celebración que parecía el fin de un largo camino, han estado plagados de retrasos, averías, escasas frecuencias e incluso —para el que quiere arriesgarse a sufrir cualquiera de estos inconvenientes— la imposibilidad para sacar billetes con un plazo razonable.

Es paradójico que en unos tiempos en los que a nuestros gobernantes se les llena la boca con la importancia de las políticas verdes se esté desviando a los viajeros del tren —uno de los medios de transporte más limpios que existen— al avión, al autobús o al coche particular, todos ellos mucho menos sostenibles.

Lo que debemos exigir es que, una vez hecha la inversión, tendida la vía (aunque pendiente de desdoblar algún tramo) y disponibles los trenes, que todo vaya, nunca mejor dicho, rodado y funcione como debe hacer cualquier servicio esencial: con puntualidad, con fiabilidad, con estabilidad y, por supuesto, con previsibilidad.